Cruzando el brezal
La fructífera carrera de Anton Mauve, un artista melancólico y extremadamente polifacético, encontró un final abrupto en 1888. Su muerte coincidió con el momento cumbre de la Escuela de La Haya, de la que fue uno de los máximos representantes, y supuso un duro golpe para el arte pictórico de los Países Bajos. En el taller del artista en Laren se encontraron numerosas pinturas, acuarelas y bocetos al pastel y carboncillo, con temas de paisajes holandeses de brezales y dunas, grupos de personas trabajando, así como figuras y cabezas de ganado. Gran parte de las obras de su legado van marcadas con el sello de su taller, como podemos ver en este cuadro, de ambiente muy especial, titulado Cruzando el brezal.
Los dibujos del legado de Mauve constituyen una parte importante de las existencias de su taller y sirvieron en muchos casos como punto de partida a su obra pictórica. Mauve trasladaba el boceto al lienzo con pintura líquida y, a partir de ahí, iba adaptando tonalidad, color y composición hasta sentirse satisfecho del resultado. A Mauve, melancólico y propenso a las depresiones, le costaba dar por acabada una obra y solía seguir introduciendo modificaciones en busca de la imagen definitiva. Así, los óleos y acuarelas hallados en su legado se encontraban, sin duda alguna, en diferentes fases de desarrollo.
En los últimos años de la productiva vida de Mauve, la demanda internacional de su obra alcanzó tal intensidad que sus lienzos estaban ya vendidos antes de pasar por la fase de boceto. Los marchantes sacaban sus pinturas inacabadas del taller con tal de dar satisfacción a los compradores. Cuando se lo pedía el cliente, Mauve solía estar dispuesto a introducir alguna modificación posterior, pero entonces existía el riesgo de que el artista se mostrase tan riguroso que la tela original llegase a sufrir un cambio radical. Se cuenta la anécdota de que una vez se le pidió delinear un poco más las ramas de un árbol y en la versión final, el árbol había desaparecido por completo.
Uno de los mayores coleccionistas de la Escuela de La Haya fue el magnate de ferrocarriles inglés James Staats Forbes (1823-1904), quien, por razones de trabajo, pasó dieciocho años en los Países Bajos. Así fue como conoció a estos artistas y sus obras. Además de decenas de obras de Jozef Israëls (1824-1911), su colección contaba con numerosos óleos y acuarelas de Anton Mauve. Prefería las obras más tardías, la observación de la naturaleza donde la presencia humana se reducía a unos pocos acentos cromáticos. En las exposiciones conmemorativas que se organizaron en los años 1890 y 1895, Forbes participó con nada menos que quince obras.
La idea de Cruzando el brezal surgió sin duda en el pintoresco pueblo de Laren, en la comarca de Gooi, donde el artista encontró su inspiración durante los últimos años de su vida. En sus obras se aprecian los brezales del entorno, con sus incontables rebaños de ovejas, pero también los humildes habitantes -como la campesina que empuja su carretilla con la carga de leña-. Cruzando el brezal respira la misma atmósfera desolada que el cuadro Pantano, de la colección del Rijksmuseum de Amsterdam, pero se encuentra en un estado algo menos acabado. Los toques sueltos en la parte inferior izquierda, y el hecho de que la tela se transparenta a través de la pintura, indican que el artista no había terminado aún el proyecto. El monumental cielo nublado con amenaza de lluvia brinda a la obra el inconfundible reflejo etéreo, extremadamente poético, del ambiente que le era tan propio a Mauve.
Marjan van Heteren