San Jerónimo en el desierto
s.f
Óleo sobre tabla.
40 x 28,8 cm
Colección Thyssen-Bornemisza, en depósito en el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC)
Nº INV.
290
(1935.13
)
No expuesta
La referencia más antigua que se conserva en los archivos sobre esta tablita está firmada por Tancred Borenius, en Londres, en noviembre de 1932. En este conciso informe, Borenius atribuyó la obra, sin dudas, al pintor Bartolomeo Montagna, considerándola un trabajo genuino y característico, y relacionando además el paisaje con la producción veneciana del momento. La tabla, adquirida en 1935, recogió esta atribución en los catálogos de la Colección entre 1937 y 1969, y también en los posteriores, a cargo de Gertrude Borghero y Caroline de Watteville. Sin embargo, Bernard Berenson, en su estudio sobre la pintura italiana del Renacimiento, editado en 1957, adjudicó la tabla al pintor veneciano Benedetto Rusconi, llamado Diana, que fue alumno de Lazzaro Bastiani (activo entre 1449-1512) y seguidor de los Bellini.
Una vez más, los catálogos de la Colección sirven de referencia para documentar dos intervenciones en la pintura: una, anterior a 1969, en la que se realizó una limpieza gracias a la cual, según Rudolf Heinemann, apareció la figura de san Jerónimo en penitencia, situada a nuestra derecha, que estaba oculta por antiguos repintes; la otra, durante 1989 o antes —ya que Caroline de Watteville menciona una «reciente limpieza»—, con la que se aumentó la luminosidad de la obra.
El pintor evoca la vida de san Jerónimo con dos episodios ampliamente representados en su historia. En primer término, el doctor de la Iglesia aparece con el capelo cardenalicio y el león —al que domesticó al sacarle una espina de su pata—, tumbado, asomando por un lado; aquí, el santo sostiene la Biblia en latín, conocida como Vulgata, que tradujo de los textos originales en griego y hebreo. En una segunda escena, que se emplaza en un bosque, volvemos a encontrarnos al santo, pero esta vez en penitencia; san Jerónimo, en esta ocasión de rodillas, se golpea el pecho delante de un crucifijo clavado en el tronco de un árbol. El fondo, al igual que los planos intermedios, presenta un paisaje acuoso con una ciudad enmarcada por montañas.
La deuda de la tabla con la pintura de Giovanni Bellini es evidente. Bellini experimentó con este tema, en el que colocó al santo, sentado, en primer plano, a la derecha o a la izquierda de conjuntos rocosos, sosteniendo o consultando la Biblia. Los fondos de estas pinturas son amplios paisajes donde puede aparecer el perfil de alguna ciudad en los planos más alejados. En 1993, en el mercado de arte italiano, apareció una obra que reproducía fielmente la posición de nuestro santo, con el libro apoyado en su pierna y el entorno rocoso; sin embargo, a la derecha se reproducía un extenso paisaje con un punto de vista más alto que el de nuestra pintura.
Mar Borobia
Una vez más, los catálogos de la Colección sirven de referencia para documentar dos intervenciones en la pintura: una, anterior a 1969, en la que se realizó una limpieza gracias a la cual, según Rudolf Heinemann, apareció la figura de san Jerónimo en penitencia, situada a nuestra derecha, que estaba oculta por antiguos repintes; la otra, durante 1989 o antes —ya que Caroline de Watteville menciona una «reciente limpieza»—, con la que se aumentó la luminosidad de la obra.
El pintor evoca la vida de san Jerónimo con dos episodios ampliamente representados en su historia. En primer término, el doctor de la Iglesia aparece con el capelo cardenalicio y el león —al que domesticó al sacarle una espina de su pata—, tumbado, asomando por un lado; aquí, el santo sostiene la Biblia en latín, conocida como Vulgata, que tradujo de los textos originales en griego y hebreo. En una segunda escena, que se emplaza en un bosque, volvemos a encontrarnos al santo, pero esta vez en penitencia; san Jerónimo, en esta ocasión de rodillas, se golpea el pecho delante de un crucifijo clavado en el tronco de un árbol. El fondo, al igual que los planos intermedios, presenta un paisaje acuoso con una ciudad enmarcada por montañas.
La deuda de la tabla con la pintura de Giovanni Bellini es evidente. Bellini experimentó con este tema, en el que colocó al santo, sentado, en primer plano, a la derecha o a la izquierda de conjuntos rocosos, sosteniendo o consultando la Biblia. Los fondos de estas pinturas son amplios paisajes donde puede aparecer el perfil de alguna ciudad en los planos más alejados. En 1993, en el mercado de arte italiano, apareció una obra que reproducía fielmente la posición de nuestro santo, con el libro apoyado en su pierna y el entorno rocoso; sin embargo, a la derecha se reproducía un extenso paisaje con un punto de vista más alto que el de nuestra pintura.
Mar Borobia