Las voces
hacia 1880
Acuarela y gouache sobre Papel.
22 x 12 cm
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Nº INV.
684
(1976.67
)
No expuesta
Las voces, una pequeña y delicada obra sobre papel, constituye un ejemplo paradigmático del estilo simbolista del pintor francés Gustave Moreau. La escena se refiere al tema de Hesíodo y las musas, uno de los motivos más versionados por el pintor. El joven Hesíodo, que protagoniza la composición, aparece ataviado con una túnica con capucha y el cayado de pastor, una indumentaria que rememora los años de juventud en que vivía como un campesino al cuidado de un rebaño de ovejas.
Está representado de medio perfil con aire pensativo mientras escucha la inspiración de la musa que le tiende una corona de laurel. Según la narración del poeta griego, las hijas del dios Zeus «enseñaron una vez a Hesíodo un bello canto mientras apacentaba sus ovejas al pie del divino Helicón» y «me dieron un cetro después de cortar una rama de florido laurel. Infundiéronme voz divina para celebrar el futuro y el pasado y me encargaron alabar con himnos la estirpe de los felices sempiternos y cantarles siempre a ellas mismas al principio y al final».
El templo que aparece en la lejanía, una representación del Partenón, esta relacionado, según Hans Hofstätter, con la fachada del templo que aparece en la Apoteosis de Homero de Ingres. Por otra parte, el preciosismo orientalista del estilo de Moreau, que le viene de los años de aprendizaje con Chassérieu, se ve incrementado por el decorativo marco de carey, concebido por el propio artista. El primer propietario de Las voces, el coleccionista Edmond Taigny, auditor del Consejo de Estado y miembro muy activo de la Union Centrale des Arts Décoratives, encargó una reproducción en esmalte de esta pintura a Grandhomme et Garnier, que fue presentada en la Exposition Universelle de París de 1889 y adquirida por el Musée des Arts Décoratives de París.
A pesar de que Pierre-Louis Mathieu, una de las autoridades sobre la obra del pintor, fechaba la acuarela hacia 1867 por su parecido con la versión de octubre de 1867, más recientemente Geneviève Lacambre ha considerado que seguramente fue realizada hacia 1880, poco antes de ser vendida a Taigny, dado que el estilo se corresponde con el de obras de ese periodo. Hoy en día la obra matérica, colorista y excesiva de Moreau, maestro de artistas como Matisse, Rouault o Marquet y años después reivindicado por los surrealistas, es considerada como puente entre tradición y modernidad. En su comentario sobre esta acuarela, Valeriano Bozal destacaba que «si por una parte, el sentido de la narración y del mito que son propios de esta obra miran al pasado, incluso al romanticismo, por otra, el tratamiento formal revela una originalidad que ya empieza a ser moderna».
Paloma Alarcó
El templo que aparece en la lejanía, una representación del Partenón, esta relacionado, según Hans Hofstätter, con la fachada del templo que aparece en la Apoteosis de Homero de Ingres. Por otra parte, el preciosismo orientalista del estilo de Moreau, que le viene de los años de aprendizaje con Chassérieu, se ve incrementado por el decorativo marco de carey, concebido por el propio artista. El primer propietario de Las voces, el coleccionista Edmond Taigny, auditor del Consejo de Estado y miembro muy activo de la Union Centrale des Arts Décoratives, encargó una reproducción en esmalte de esta pintura a Grandhomme et Garnier, que fue presentada en la Exposition Universelle de París de 1889 y adquirida por el Musée des Arts Décoratives de París.
A pesar de que Pierre-Louis Mathieu, una de las autoridades sobre la obra del pintor, fechaba la acuarela hacia 1867 por su parecido con la versión de octubre de 1867, más recientemente Geneviève Lacambre ha considerado que seguramente fue realizada hacia 1880, poco antes de ser vendida a Taigny, dado que el estilo se corresponde con el de obras de ese periodo. Hoy en día la obra matérica, colorista y excesiva de Moreau, maestro de artistas como Matisse, Rouault o Marquet y años después reivindicado por los surrealistas, es considerada como puente entre tradición y modernidad. En su comentario sobre esta acuarela, Valeriano Bozal destacaba que «si por una parte, el sentido de la narración y del mito que son propios de esta obra miran al pasado, incluso al romanticismo, por otra, el tratamiento formal revela una originalidad que ya empieza a ser moderna».
Paloma Alarcó