Autorretrato
“Pintar retratos es la tarea más audaz y difícil, la más espiritual, la más extrema para un artista”, escribió Gabriele Münter en 1952. La artista, que siempre consideró este género uno de los esenciales de su producción artística, se representó a sí misma en al menos 16 óleos, muchos de los cuales, como el del Museo Thyssen, fueron pintados durante sus años de vinculación al grupo expresionista El Jinete Azul (Der Blaue Reiter).
En los retratos de amigos y conocidos realizados a partir de 1908-1909, Münter realizó un esfuerzo de síntesis que se tradujo estilísticamente en una aplicación de colores planos delimitados por gruesos contornos oscuros. Estos recursos típicos de su estilo expresionista no aparecen en este autorretrato, donde, a pesar del uso libre del color, domina una pincelada matérica y un claroscuro característico de su primera época postimpresionista. Sin embargo, a pesar de que hace años se fechó alrededor de 1908, en un momento anterior a su cambio de estilo, actualmente se considera que pudo ser ejecutado entre 1909 y 1910, cuando comenzó a utilizar cada vez más el color negro en su obra. Como en otras ocasiones a lo largo de su prolongada vida, la artista recurrió a la factura y el vocabulario adecuados a sus fines expresivos, demostrando su capacidad de simultanearlos.
Münter esbozó sus rasgos y reprodujo con precisión su parecido físico, como se comprueba al comparar la obra con fotografías de la época. Ahora bien, el verdadero objetivo de la pintora no era la reproducción fiel de la realidad exterior, sino el ser capaz de captar aquello que está escondido: su propia alma. La absoluta concentración en el gesto, serio y ensimismado, hace que el resto del cuadro esté apenas esbozado, aunque ciertos elementos, como el cuello desplazado del mandil, contribuyen a aumentar la sensación de falta de equilibrio de la composición.
A pesar de haber sido pintada en un momento en el que Münter formaba parte de la vanguardia artística alemana, esta obra no parece haber sido ejecutada para demostrar su estatus como pintora, sino como un ejercicio privado de introspección. La artista nunca la expuso y la mantuvo en su taller hasta su muerte en 1962, lo que podría confirmar esta hipótesis.
Marta Ruiz del Árbol