Murnau (Murnau en mayo)
El pueblo bávaro de Murnau, con su importante mercado, se asienta a ambos lados de la principal línea de ferrocarril entre Múnich y Garmisch. Animada por Kandinsky, Münter compró allí una casa en agosto de 1909. Estaba situada en la Kotmüllerallee, a escasa distancia del centro del pueblo y pronto se la conoció como la «casa de los rusos» porque muchos de los compatriotas de Kandinsky solían reunirse en ella durante los años que precedieron a la Primera Guerra Mundial. Entre ellos cabe citar a sus colegas los pintores Aleksej von Jawlensky y Marianne von Werefkin, el escultor Moissej Kogan y el bailarín Aleksandr Sakharov.
El propio Kandinsky regresó a Rusia cuando estalló la guerra, en el verano de 1914, terminando prácticamente con ello su relación con Münter. Se vieron por última vez en Estocolmo, en el invierno de 1915-1916. Tras el matrimonio de Kandinsky con Nina Andreevskaya en 1917, Münter siguió viviendo en Escandinavia hasta que se acabó la guerra y no regresó a Alemania hasta 1920. Sin embargo, conservó la casa de Murnau y en los primeros años de la década de 1920 pasó en ella una parte del verano.
La casa y sus alrededores le proporcionan tema de inspiración para muchos de los cuadros que la artista ejecuta en esa época, entre ellos el que aquí comentamos, que Münter incluye en sus inventarios como «L (que corresponde a "paisaje", en alemán "Landschaft") 97». Es probablemente idéntico a una obra que tituló Studie 3: Bahnübergang (Estudio 3: Paso a nivel), a la que hace referencia en una nota de su diario correspondiente al 12 de mayo de 1924, en la que dice que ha pintado un lienzo en el que se ve «un paso a nivel con ovejas» (Bahnübergang mit Schafen-Leinwand). Según su «Notizkalender» de 1924, pasó la mayor parte de mayo de aquel año en Murnau. En aquella época pintó otras vistas del pueblo, entre ellas una de la calle mayor adornada para la procesión del domingo de Pentecostés.
Münter pintó Murnau en mayo desde un punto cercano al fondo de su jardín. En primer plano del lienzo se ve claramente la línea de ferrocarril, cortada por un sendero que en la actualidad ha desaparecido y que conducía al centro del pueblo. A lo lejos están representados la parroquia de St. Nikolaus y el grupo de edificios que se apiñan a su alrededor. Resulta sorprendente que, a la hora de reproducir la iglesia, Münter omita uno de sus rasgos más característicos, su elaborada fachada barroca con gablete y óculo que, cabe suponer, tendría en 1924 un aspecto muy parecido al actual.
Peter Vergo