Escena de invierno con patinadores en un río helado
Aert van der Neer, especialista en escenas de invierno y en paisajes crepusculares o a la luz de la luna, nació en Amsterdam pero pasó su juventud en Arkel, cerca de Gorinchem, donde entró en contacto con los paisajistas locales Jochem (1601/02-1659) y Raphael Govertsz Camphuysen (c. 1597/98-1657).
Van der Neer había empezado a pintar escenas de invierno antes de 1641 y fechó varios paisajes invernales en la década de 1640, pero prácticamente no realizó ninguno en sus últimos años. Por consiguiente, resulta difícil establecer una cronología de estas obras, aunque la indumentaria de las figuras revela ciertos datos. La de los patinadores y otros ciudadanos de la presente obra, por ejemplo, sugieren una fecha de principios o mediados de la década de 1650, época en la que, al parecer, Van der Neer trabajó muy intensamente. Un rasgo característico de las escenas de invierno del artista es la representación de un curso de agua helada que retrocede desde el centro del primer plano, con una multitud de pequeños patinadores y otros espectadores y paseantes, personajes de todo tipo cuyas siluetas se recortan sobre el hielo. En la lengua de tierra que se ve en primer plano, las figuras aparecen sentadas, observando a los patinadores, o de pie en amena conversación, al lado de grandes trampas y cestos. Un caballero, que está jugando al colf (antecedente del hockey y del golf actuales) se dispone a golpear la bola, mientras que otros grupos -uno de ellos reunido frente a una embarcación que se ha quedado atrapada por el hielo, a la izquierda, y otro situado más atrás- practican este popular pasatiempo. A lo lejos, un trineo tirado por un caballo se desliza por el hielo. En la estrecha franja de tierra de la orilla izquierda las oscuras ramas de unos árboles desnudos y los gabletes y agujas de una ciudad sin identificar se yerguen sobre un fondo de aire helado. Más de los dos tercios de la escena están dedicados al celaje, con nubes teñidas de azul pizarra y de amarillo. Aunque la superficie del cuadro ha sufrido cierta abrasión, todavía se aprecian los efectos atmosféricos de rico cromatismo por los que es famoso Van der Neer.
En algunos aspectos, los recursos compositivos de Van der Neer resultan algo anticuados, pues el pintor recurre a fórmulas espaciales que Hendrick Avercamp había introducido en la primera década del siglo. La técnica de este pintor, que iba añadiendo patinadores sobre la superficie de un río helado que llegaba hasta un punto de fuga del horizonte situado a media altura, ya había sido superada por las escenas invernales de Esaias van de Velde y de otros artistas de Haarlem, que introdujeron una mayor unidad diagonal y unos efectos atmosféricos más naturales. La siguiente generación de paisajistas especializados en escenas de invierno -entre la que se encuentran Isack van Ostade (1621-1649) y Jan van de Cappelle (1626-1679)- optó por unas composiciones más intimistas en las que la atención se centraba en unos pocos motivos. Pero Van der Neer, de más edad que cualquiera de estos pintores, aunque su afición a este tipo de obras había sido algo tardía, volvió a las escenas de invierno tradicionales y enciclopédicas, con amplias composiciones que abarcaban toda una comunidad, y que Avercamp había popularizado cuarenta años antes. No obstante, Van der Neer dio nueva vitalidad a estas composiciones algo trasnochadas, aportando elementos originales, como su sensibilidad sin precedentes para captar el cromatismo de la luz y la atmósfera.
Ignoramos cómo respondieron a estas innovaciones los contemporáneos de Van der Neer, pero existen datos que sugieren que tal vez sólo fuera un pintor aficionado sin gran trascendencia. Como tantos otros artistas de aquella época, tenía otro oficio, el de posadero y, al igual que uno de sus hijos, aparece citado en documentos de 1659 y de 1662 como wyntapper (tabernero). Precisamente en 1662 se declaró en quiebra. En el inventario de sus bienes se asigna un valor muy reducido a sus cuadros (casi todos a cinco florines o menos), y es posible que se dedicara al oficio de pintor después de su bancarrota. Al parecer, en los últimos años de su vida se encontró en una situación muy precaria, y murió en su Amsterdam natal en 1677.
Peter C. Sutton