Retrato de una dama
Tras su matrimonio en Burdeos, en 1659, Caspar Netscher se estableció con su familia en La Haya, donde alcanzó un éxito notable como retratista. Netscher, que tuvo a Gerard ter Borch entre sus maestros, se dedicó a la pintura de interiores y al retrato; precisamente una pareja de personajes es una de sus obras más tempranas. Al igual que Ter Borch, prefirió los formatos reducidos para sus composiciones, en las que introdujo, a partir de mediados de la década de 1660, colores más claros y brillantes. Hacia finales los años sesenta Netscher se dedicó con más intensidad al retrato, creando un tipo donde sus modelos, generalmente de medio cuerpo, se colocan con fondos de jardín o de paisaje iluminados con las luces del atardecer. Sus figuras elegantes, junto a la buena ejecución y calidad de sus trabajos, le convirtieron en el retratista más popular de La Haya.
Estos dos lienzos comparten la misma procedencia. Ambos pertenecieron a la colección Coray-Stoop, en Erlenbach-Zurich, donde estuvieron registrados hacia 1923, y fueron subastados, con otros bienes de sus propietarios, en Lucerna en 1925. Las obras pertenecieron después al marchante de Frankfurt, L. M. Hackenbroch, en cuya galería se expusieron en 1928, y fueron finalmente adquiridos para la colección Thyssen-Bornemisza antes de la exposición de Múnich de 1930, donde se exhibieron. Esta compra estuvo avalada por Hofstede de Groot, en cuyo conciso comentario tan sólo se centró en el lienzo de la dama.
Las pinturas, en las publicaciones de la Colección, donde ambas figuran con la firma del artista, siempre se consideraron pareja. Sin embargo, sólo el lienzo de la mujer lleva la firma y la fecha del pintor, motivo este por el que, hace unos años, la tela del caballero fue objeto de un profundo estudio, en el transcurso del cual no se detectaron trazas de esta inscripción en su superficie. Este hecho, unido a las condiciones de conservación del lienzo, que afectan principalmente a la cabeza del caballero, llevaron a Gaskell a dudar de su estatus como obra autógrafa. Como este historiador subrayó, los numerosos encargos que Netscher recibió incrementaron la participación de su taller, entre cuyos miembros estaban los tres hijos del pintor de los que Constantijn es el más documentado.
En estos lienzos ambas figuras siguen las pautas que hicieron de Netscher el retratista de moda. Especialmente destacables son los escenarios elegidos para sus clientes, que enmarca con suntuosas telas y que, en esta ocasión, son dos fondos con paisajes. Los gestos, la riqueza de los trajes, así como las joyas de la mujer, nos indican que ambas personas pertenecían a una clase adinerada ataviada a la moda, lo que explica la larga peluca que luce el hombre o los detalles franceses de su indumentaria. Wieseman, en su monografía del pintor, incluyó estos retratos en el apartado del taller.
Mar Borobia