Girasoles resplandecientes
Además de un gran paisajista, Emil Nolde fue un importante pintor de flores. Las obras dedicadas a los girasoles, en las que se concentraría más de una década, lo vinculan directamente con Van Gogh, un artista al que Nolde admiró durante toda su vida. Nolde comenzó a pintar una larga serie dedicada a los girasoles en Utenwarf en 1926, poco antes de trasladarse a Seebüll. Como ha apuntado Peter Selz, en sus casas de ambas localidades Nolde cultivó unos frondosos jardines que le sirvieron de modelos para sus óleos y acuarelas durante los últimos treinta años de su vida. Los macizos de flores —con girasoles, rosas, amapolas o camelias— formaban las iniciales «A» y «E» de Ada y Emil, en una peculiar combinación de gusto pequeñoburgués y ganas de ser original.
Según la lista manuscrita por el artista, la obra del Museo Thyssen-Bornemisza Girasoles resplandecientes fue pintada en 1936, un año en que la situación profesional de Nolde comenzaba a complicarse, pues con la consolidación del régimen nacionalsocialista sus obras empezaban a ser retiradas de los museos alemanes y muchas de ellas se incluirían en las muestras dedicadas a lo que consideraban arte degenerado.
En esta pintura Nolde nos ofrece una visión frontal de algo más de media docena de girasoles de colorido exuberante, concentrándose en sus pétalos, pistilos y hojas, sin hacer ninguna referencia al suelo o al tiesto en el que crecían. Al mismo tiempo, con su leve inclinación, quiere darnos a entender que pronto perderán su fuerza y comenzarán a doblarse por el peso de las pipas hasta que ya no sean capaces de sustentarlas. A través de la representación de flores como éstas, Nolde intenta transmitir sus propias emociones: «Adoro a las flores y su destino, crecen rápidamente, echan flores, rebosan, resplandecen, muestran su alegría, se comban, se marchitan y mueren».
El primer propietario de la obra, el banquero Friedrich Doehlemann, que poseía varias pinturas de Nolde, mantuvo una cierta correspondencia con el artista. Doehlemann, además de ser el director del Bayerische Gemeindebank, fue el presidente del comité que ayudó a financiar la construcción del Haus der Kunst de Múnich, donde se celebraría la exposición Entartete Kunst en 1937, que Nolde visitaría con el propio Doehlemann durante un viaje a Múnich ese mismo año.
Paloma Alarcó