Daniel en el foso de los leones
1624
Óleo sobre lienzo.
36,5 x 46 cm
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Nº INV.
128
(1976.59
)
Sala 13
Planta segunda
Colección permanente
François de Nomé, de origen francés, se trasladó muy joven a Italia, donde realizó su formación y desarrolló toda su carrera. Con once años está documentado en Roma y allí aprendió el oficio de un tal Maestro Baldassare, que se ha identificado, con algunas reservas, con el pintor flamenco Bathazar Lauwers. Su personalidad, gracias a una serie de estudios, se ha diferenciado de la de Didier Barra, artista con el que colaboró en Nápoles en la decoración de un conjunto de altares para la ciudad y cuyos trabajos se habían presentado con el nombre de Monsù Desiderio. François de Nomé desarrolló un estilo muy personal en el que se da cita el mundo manierista de Giulio Romano, concretamente su trabajo para el Palazzo Te en Mantua, así como aspectos de los paisajes de Paul Bril y notas más caprichosas procedentes de Hans Vredeman de Vries y Antonio Tempesta.
La crítica ha clasificado la producción de este pintor de vistas y de ciudades en dos categorías bien definidas: una corresponde a las arquitecturas fantásticas que sirven de marco para pasajes bíblicos y la otra a las vistas de calles e interiores de iglesias. El óleo del Museo Thyssen-Bornemisza, que se encuentra fechado, en la roca central en 1624, se incluye dentro de la primera división. François de Nomé ha elegido un célebre episodio de la vida de Daniel recogido en el Antiguo Testamento, ambientándolo en uno de sus típicos escenarios y que representa, en este caso, la ciudad persa de Babilonia, lugar donde se desarrolló la historia. Daniel fue arrojado a un foso con siete leones por orden de un acosado rey Ciro. Según el texto, Daniel permaneció allí una semana, periodo durante el que no se alimentó a los animales salvajes con el fin de que lo devorasen con mayor crueldad y rapidez. Sin embargo, un ángel del Señor trasladó al profeta Habacuc desde Judá, donde vivía, hasta Babilonia, con la misión de llevar sustento a Daniel. Precisamente éste es el momento que François de Nomé ha ilustrado, y en el que vemos, perdidos entre la inmensidad del entorno, a los protagonistas del pasaje. Así, a la derecha, encima de una inmensa losa, está sentado Daniel, rodeado por cuatro leones y alzando su cabeza ante la sorprendente y fantástica aparición del ángel transportando por el cabello a Habacuc con los víveres envueltos en un pequeño hatillo. El marco que sirve de soporte a la composición, y en el que los personajes se pierden por sus dimensiones, son las ruinas clásicas y góticas de una ciudad que estuvo decorada con profusión de esculturas. Entre ellas destaca, por su posición central, la alegoría de la Abundancia, que identificamos por el cuerno que sostiene. En el juego de verticales y diagonales que se establece entre las fachadas de los edificios, las rampas y los puentes, François de Nomé nos ofrece un aspecto desolado de una ciudad devastada, cuyos efectos agudiza con una iluminación artificial y con una gama monocromática de fuertes empastes en las zonas que reciben la luz.
La pintura, por su escenario, se ha comparado con Jonás y la ballena en la colección Daninos de Florencia y con Una ciudad en ruinas en la colección Menil de Houston. El pintor, sin embargo, repitió este mismo tema en un lienzo conservado en una colección privada en Nápoles, pero con una interpretación y unos resultados distintos a los conseguidos en el lienzo objeto de este comentario.
Mar Borobia
La crítica ha clasificado la producción de este pintor de vistas y de ciudades en dos categorías bien definidas: una corresponde a las arquitecturas fantásticas que sirven de marco para pasajes bíblicos y la otra a las vistas de calles e interiores de iglesias. El óleo del Museo Thyssen-Bornemisza, que se encuentra fechado, en la roca central en 1624, se incluye dentro de la primera división. François de Nomé ha elegido un célebre episodio de la vida de Daniel recogido en el Antiguo Testamento, ambientándolo en uno de sus típicos escenarios y que representa, en este caso, la ciudad persa de Babilonia, lugar donde se desarrolló la historia. Daniel fue arrojado a un foso con siete leones por orden de un acosado rey Ciro. Según el texto, Daniel permaneció allí una semana, periodo durante el que no se alimentó a los animales salvajes con el fin de que lo devorasen con mayor crueldad y rapidez. Sin embargo, un ángel del Señor trasladó al profeta Habacuc desde Judá, donde vivía, hasta Babilonia, con la misión de llevar sustento a Daniel. Precisamente éste es el momento que François de Nomé ha ilustrado, y en el que vemos, perdidos entre la inmensidad del entorno, a los protagonistas del pasaje. Así, a la derecha, encima de una inmensa losa, está sentado Daniel, rodeado por cuatro leones y alzando su cabeza ante la sorprendente y fantástica aparición del ángel transportando por el cabello a Habacuc con los víveres envueltos en un pequeño hatillo. El marco que sirve de soporte a la composición, y en el que los personajes se pierden por sus dimensiones, son las ruinas clásicas y góticas de una ciudad que estuvo decorada con profusión de esculturas. Entre ellas destaca, por su posición central, la alegoría de la Abundancia, que identificamos por el cuerno que sostiene. En el juego de verticales y diagonales que se establece entre las fachadas de los edificios, las rampas y los puentes, François de Nomé nos ofrece un aspecto desolado de una ciudad devastada, cuyos efectos agudiza con una iluminación artificial y con una gama monocromática de fuertes empastes en las zonas que reciben la luz.
La pintura, por su escenario, se ha comparado con Jonás y la ballena en la colección Daninos de Florencia y con Una ciudad en ruinas en la colección Menil de Houston. El pintor, sin embargo, repitió este mismo tema en un lienzo conservado en una colección privada en Nápoles, pero con una interpretación y unos resultados distintos a los conseguidos en el lienzo objeto de este comentario.
Mar Borobia