La Virgen y el Niño con las santas Margarita y Catalina
Michael Pacher fue un pintor y escultor alemán de finales del siglo XV, que organizó un lucrativo taller con activos colaboradores, entre los que se encontraban dos de sus hijos. En su producción se refleja la monumentalidad y las formas típicas de artistas alemanes como Hans Multscher y Konrad Witz, fusionadas con el conocimiento de la pintura italiana, sobre todo de Andrea Mantegna y Filippo Lippi, vía por la que se dan entrada a los elementos clásicos. Esta tabla que nos ocupa, ha sido objeto de diversos estudios tanto por su datación como por su autoría e Isolde Lübbeke terminó de atribuirla a un seguidor de Pacher. La pieza estuvo en la abadía de San Pedro en Salzburgo donde, en 1900, se utilizó como panel central de un tríptico. El tema que se representa es una Sagrada Conversación, característica de la pintura italiana, junto con la Coronación de la Virgen y el matrimonio místico de santa Catalina. Tanto esta última, como santa Margarita, nos muestran sus atributos más representativos: santa Catalina aparece con la rueda del martirio y con un libro en las manos y santa Margarita con el dragón y la cruz con la que medita.
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Michael Pacher, pintor y escultor, es el artista más importante del gótico tardío en la región alpina. En su taller se formó un nutrido grupo de artistas, junto a colaboradores y ayudantes entre los que se encuentran dos de sus hijos, que continuaron y extendieron su estilo pero sin la fuerza expresiva de los modelos del padre y del maestro. Nada se sabe sobre su formación, aunque se ha hablado de talleres locales para su aprendizaje. En su pintura se advierte un conocimiento de la pintura italiana, especialmente del norte de Italia y de trabajos concretos, como son los de Mantegna y Donatello, cuyas innovaciones consiguió fundir con otros aspectos tradicionales del arte germánico. El primer dato que se tiene sobre su actividad es de 1467, cuando Pacher está establecido en la ciudad de Bruneck (en el valle del Puster) a la cabeza de un taller. Su obra maestra es el altar mayor de la iglesia parroquial de San Wolfgang, de 1471-1481, en Austria, conservado, sin alteraciones, en el lugar para el que fue creado.
Esta estrecha tabla ha sido desde su primer comentario, en 1888, objeto de atención por parte de la crítica, tanto por su datación, en la que casi siempre ha prevalecido una fecha tardía, como por la mayor o menor participación de Pacher en su ejecución. La obra procede de la abadía benedictina de San Pedro en Salzburgo, donde permaneció hasta 1933. Parece ser que un poco después de 1900 esta pieza fue objeto de un montaje en el que ocupó el centro de un tríptico en cuyas alas laterales se instalaron, a ambos lados, cuatro figuras aisladas, sobre fondo de oro. Así, en el ala interior izquierda, de arriba a abajo, se encontraban san Mauricio y santo Tomás, y en la derecha, san Erasmo y santa Odilia. En el exterior, de arriba a abajo y de izquierda a derecha, estaban representados: san Sebastián, un santo obispo, un papa y san Roque; estas tablas laterales fueron atribuidas a un colaborador de Pacher, Marx Reichlich. El conjunto, que fue vendido por el monasterio en 1933, se desmembró cuando salió al mercado, conservándose cuatro de las pinturas en Viena, en la Österreichische Galerie, y otras cuatro en una colección privada vienesa. Independientemente de este montaje de principios del siglo XX, no se ha descartado la posibilidad de que esta tabla hubiera sido el ala lateral derecha de un conjunto más ambicioso o bien se hubiera concebido como una pintura aislada.
En esta obra se representa un tema con amplio desarrollo en la pintura italiana, la Sagrada Conversación; pero también se recoge, a la derecha, junto a la coronación de la Virgen por dos ángeles, un episodio de la vida de santa Catalina, concretamente su matrimonio místico. En la composición reconocemos a santa Margarita, a la izquierda, por el dragón tumbado a sus pies y por la cruz, objeto sobre el que medita. Santa Catalina, a la derecha, lleva un libro y tiene a los pies la rueda de su martirio. Ambas llenan la mitad inferior del soporte con las telas de sus generosos y ricos vestidos, que se pliegan cubriendo el suelo. El óleo, de una gran calidad, ha sido objeto de un amplio estudio por parte de Isolde Lübbeke, que puntualizó sobre una serie de aspectos por los que consideró la obra de un seguidor de Pacher. Entre ellos se encuentran el tratamiento del espacio, que en las obras del maestro adquiere un desarrollo mayor con las figuras y con el uso de la perspectiva, junto a elementos arquitectónicos, ausentes en nuestra composición.
Mar Borobia