Retrato de Giulia Lama
Giambattista Piazzetta desempeñó un papel de primer orden en la renovación de la pintura veneciana del Settecento. Si Sebastiano Ricci y Giambattista Tiepolo fueron los responsables de la renovación del cromatismo veneciano a través de composiciones llenas de riqueza y fantasía, Piazzetta lo fue del nuevo auge que adquirió la pintura de género hacia la mitad de siglo XVIII.
Este lienzo, publicado por Fiocco en 1927, está fechado en los primeros años del periodo de madurez del artista y en él descubrimos la faceta retratística del pintor junto a las huellas de su aprendizaje con Antonio Molinari. Piazzetta proyectó esta pintura con un formato oval que fue modificado en una fecha que desconocemos. Tanto la colocación de la figura como las líneas, que con dificultad percibimos todavía en los cuatro ángulos, confirman el formato original de la obra. El retrato está trabajado con un fuerte claroscuro representativo de esa etapa, en la que la iluminación desempeñó un papel importante por las connotaciones que Piazzetta le dio, inspirándose en las creaciones de los tenebristas venecianos de finales del siglo XVII.
La identidad de este personaje se pudo establecer gracias a la semejanza de sus rasgos con los del autorretrato de Giulia Lama que se conserva en la Galleria degli Uffizi de Florencia, fechado en 1725. Giulia Lama, artista veneciana nacida en 1681, frecuentó desde muy joven las esferas artísticas de su ciudad natal. Alumna de Piazzetta, sus primeras obras muestran los fuertes contrastes lumínicos que empleó su maestro, aunque posteriormente esos contrastes se irían suavizando siguiendo las tendencias venecianas de la obra de Giambattista Tiepolo y del mismo Piazzetta. Giulia Lama falleció el 7 de octubre de 1747.
Esta pintura estuvo registrada en dos colecciones austriacas con sede en Viena: la colección Eugen Miller von Aichholz y la colección Planiscig. De Austria pasó a Gran Bretaña, a la colección Clive Pascall, donde Pallucchini la situó cuando editó su monografía dedicada al pintor en 1956. El lienzo, en 1966, estaba ya en Suiza en la colección Thyssen-Bornemisza, adquiriéndose en el mercado de arte británico en ese mismo año.
En este retrato, de facciones suaves, la pintora está envuelta en un ambiente de ensoñación y melancolía que es característico del artista y que puede advertirse a veces también en sus cuadros de género. Si se compara con el autorretrato antes mencionado, la representación del pintor se encuentra idealizada.
Piazzetta ha construido el rostro con una gama cálida de tonos pardo-rojizos, muy representativos de su estilo, que contrasta con los blancos luminosos que emplea para dibujar el cuello de la camisa de Giulia Lama. La posición elegida por el pintor para colocar a su modelo, vuelta hacia nosotros, con la paleta y los pinceles en la mano, nos produce la impresión de un descanso momentáneo debido a una pequeña interrupción en su trabajo. Mariuz ha llamado la atención sobre la forma en que están construidos los ojos de la artista, voluminosos y de párpados hinchados, confeccionados con fuertes sombras y claros yuxtapuestos, y la ha puesto en relación con el rostro de la Virgen del retablo de Sagredo en el Detroit Institute of Arts del propio Piazzetta. Sin embargo, si comparamos esta tela sensual de Piazzetta con el autorretrato de la Galleria degli Uffizi, podemos comprobar cómo la misma pintora, también con los pinceles y la paleta en la mano, se representó con unos ojos algo abultados y saltones, especialmente en el área de los párpados. En esta imagen también llama la atención la nariz, larga y ancha, menos delicada que la representación de Piazzetta y la boca de labios dibujados, gruesos, y largas comisuras cuyo efecto poco tiene que ver con el que en este lienzo consiguió su maestro. Según Jones, Giulia Lama habría servido también de modelo al artista para encarnar a Susana en el lienzo Susana y los viejos, que se guarda en la Galleria degli Uffizi.
Mar Borobia