Escena en la playa
hacia 1915
Óleo sobre tabla.
30,5 x 40,6 cm
Colección Carmen Thyssen
Nº INV. (
CTB.1979.74
)
Sala E
Planta baja
Colección Carmen Thyssen y salas de exposiciones temporales
Hacia 1915 Potthast comenzó a pintar playas próximas a la ciudad de Nueva York; tema con en cual se identificaría en gran medida. Sus cuadros, sin fechar, llevan títulos alusivos a Coney Island, Manhattan, Brighton, Rockaway, e incluso Long Beach, que indican el alcance de sus excursiones a lo largo de la orilla de Long Island. Mientras que recientes investigadores han relacionado las escenas de playa de Potthast con los pintores cercanos a Robert Henri, incluyendo a William Glackens y Maurice Prendergast, sus cuadros muestran una fuerte afinidad con el pintor español Joaquín Sorolla, autor de brillantes y coloristas escenas de la costa valenciana. Potthast tuvo noticia, y probablemente visitó la sensacional exposición de la obra de Sorolla en la Hispanic Society de Nueva York, celebrada entre febrero y marzo de 1909. De las cerca de 350 pinturas expuestas, casi la mitad eran luminosos lienzos de la orilla del mar. Más de ciento cincuenta mil personas visitaron la muestra, a menudo esperando largas colas en pleno invierno. Se vendieron veinte mil catálogos.
En 1918 un crítico americano intentó minimizar la influencia del artista español sobre Potthast, no contribuyendo sino a acentuar sus similitudes, al aludir al hecho de que «las escenas de playa de Potthast, que le han concedido merecida reputación, tienen la misma luz, color y movimiento vital y ambiental que hicieron a Sorolla famoso, y, aunque reminiscentes del gran español temática y técnicamente, muestran una acentuada espontaneidad y carácter personal».
Las escenas costeras de Potthast retratan a la clase media y media-baja, a nativos americanos y a los inmigrantes recién llegados, compartiendo todos ellos en la orilla del océano Atlántico un lugar de común esparcimiento. La arena y el oleaje de la costa, así como los parques de la ciudad de Nueva York recién creados, ofrecían la posibilidad de liberarse de la presión del estrés urbano. Hacia 1900, cientos de miles de visitantes se acercaban a Coney Island cada tarde de domingo. Las pinturas de Potthast retratan sobre todo a mujeres y niños a los que el barco de vapor, el ferrocarril, el trolebús y, finalmente, el metro, hicieron más accesible la playa. El cabeza de familia, que trabajaba cinco días y medio de los sietes días de la semana, raras veces figura en los cuadros de Potthast, pintados con toda probabilidad durante los días laborables, menos concurridos, que permitían al artista un mínimo de privacidad.
Aunque Potthast pintó a menudo figuras bañándose, sus marinas más tempranas muestran frecuentemente el esparcimiento indolente de personas al borde del mar. «La oportunidad de bañarse en el Viejo Océano no es la única atracción de la playa», señalaba una descripción de Coney Island de 1906, «grandes multitudes encuentran descanso y se recrean sentándose en la arena y gozando de las frescas brisas, así como contemplando a los veleros que surcan el mar». En Escena de playa los rostros anónimos son captados con amplias pinceladas -la extraordinaria manera de hacer de Potthast, tal como ha sido elocuentemente observado, crea «pasajes de transparencia líquida y grueso empaste cargado de luminosidad, conformando un estilo esencialmente desprovisto de fórmula, rico en concisión y enérgica inmediatez»-. Los gestos de las personas revelan una profunda observación de los hábitos sociales en la orilla del mar. Un niño con su cubo de playa está cavando en la arena; varias personas juegan a las cartas; un joven bañista se seca el pelo; un grupo de gente está conversando, mientras que, en la lejanía, se aprecia un vendedor de globos, tema favorito de Potthast. Como un cronista contemporáneo señaló, «sobre el horizonte de los cuadros de Potthast, las nubes que se mueven en el cielo azul, se tornan de color blanco cremoso o rosa. Se trata de un pintor de la "alegría de vivir", de "el verano y el sol", con un arte sumamente sugerente».
Kenneth W. Maddox
En 1918 un crítico americano intentó minimizar la influencia del artista español sobre Potthast, no contribuyendo sino a acentuar sus similitudes, al aludir al hecho de que «las escenas de playa de Potthast, que le han concedido merecida reputación, tienen la misma luz, color y movimiento vital y ambiental que hicieron a Sorolla famoso, y, aunque reminiscentes del gran español temática y técnicamente, muestran una acentuada espontaneidad y carácter personal».
Las escenas costeras de Potthast retratan a la clase media y media-baja, a nativos americanos y a los inmigrantes recién llegados, compartiendo todos ellos en la orilla del océano Atlántico un lugar de común esparcimiento. La arena y el oleaje de la costa, así como los parques de la ciudad de Nueva York recién creados, ofrecían la posibilidad de liberarse de la presión del estrés urbano. Hacia 1900, cientos de miles de visitantes se acercaban a Coney Island cada tarde de domingo. Las pinturas de Potthast retratan sobre todo a mujeres y niños a los que el barco de vapor, el ferrocarril, el trolebús y, finalmente, el metro, hicieron más accesible la playa. El cabeza de familia, que trabajaba cinco días y medio de los sietes días de la semana, raras veces figura en los cuadros de Potthast, pintados con toda probabilidad durante los días laborables, menos concurridos, que permitían al artista un mínimo de privacidad.
Aunque Potthast pintó a menudo figuras bañándose, sus marinas más tempranas muestran frecuentemente el esparcimiento indolente de personas al borde del mar. «La oportunidad de bañarse en el Viejo Océano no es la única atracción de la playa», señalaba una descripción de Coney Island de 1906, «grandes multitudes encuentran descanso y se recrean sentándose en la arena y gozando de las frescas brisas, así como contemplando a los veleros que surcan el mar». En Escena de playa los rostros anónimos son captados con amplias pinceladas -la extraordinaria manera de hacer de Potthast, tal como ha sido elocuentemente observado, crea «pasajes de transparencia líquida y grueso empaste cargado de luminosidad, conformando un estilo esencialmente desprovisto de fórmula, rico en concisión y enérgica inmediatez»-. Los gestos de las personas revelan una profunda observación de los hábitos sociales en la orilla del mar. Un niño con su cubo de playa está cavando en la arena; varias personas juegan a las cartas; un joven bañista se seca el pelo; un grupo de gente está conversando, mientras que, en la lejanía, se aprecia un vendedor de globos, tema favorito de Potthast. Como un cronista contemporáneo señaló, «sobre el horizonte de los cuadros de Potthast, las nubes que se mueven en el cielo azul, se tornan de color blanco cremoso o rosa. Se trata de un pintor de la "alegría de vivir", de "el verano y el sol", con un arte sumamente sugerente».
Kenneth W. Maddox