Fiesta nocturna en Saint-Pol-de-Léon
hacia 1894 - 1898
Óleo sobre lienzo.
60 x 73 cm
Colección Carmen Thyssen
Nº INV. (
CTB.1999.15
)
Sala F
Planta baja
Colección Carmen Thyssen y salas de exposiciones temporales
El 14 de julio, día de la fiesta nacional francesa, los habitantes de los pueblecitos bretones solían organizar grandes ferias en las que podía disfrutarse de todas las atracciones de la época: tiovivos, columpios, casetas de tiro al blanco, venta de golosinas, baile y desfile bajo los farolillos y, para concluir, fuegos artificiales. Éste es precisamente el tema que aparece representado en este cuadro: Puigaudeau, durante su segunda estancia en Pont-Aven en los años 1894-1898, queda completamente fascinado por este tipo de escenas de alborozo popular. Las mujeres y los niños lucen sus mejores galas; largos vestidos azul marino con delantal de encaje, la cofia tradicional (distinta en cada pueblo), el chaleco bordado y el famoso sombrero redondo de los chicos. El ambiente y, sobre todo, la luz artificial, son el centro de interés del pintor, que, de hecho, se esfuerza constantemente por plasmarlos sobre el lienzo. Procede por etapas: en primer lugar, utiliza la fotografía para estudiar los personajes infantiles del primer término; luego realiza numerosos dibujos de los demás elementos de la escena: las casetas, los tiovivos, los columpios, todo ello sobre papel de seda, representaciones detalladas de pequeños bosquejos al óleo que luego aparecerán en el motivo.
A continuación vuelve a utilizar todos estos elementos, como si encajara las piezas de un rompecabezas, para elaborar el dibujo de gran formato sobre papel de seda de la composición definitiva. Aplica carboncillo en el reverso de este papel, que tiene las dimensiones del futuro cuadro, y calca los trazos al lienzo utilizando un lápiz duro. De este modo, Puigaudeau, siguiendo la más pura tradición impresionista, puede utilizar varias veces el mismo dibujo preparatorio sobre distintos lienzos. En este aspecto es en el que queda de manifiesto la originalidad del artista, que se esfuerza por restituir las luces artificiales nocturnas. Es uno de los escasos pintores de su generación que se interesa exclusivamente por este instante mágico, casi fantástico. La iluminación, procedente de los farolillos y de las farolas, ya no ocupa el centro de la composición, sino que aparece dispersa en tres o cuatro focos. De este modo, la luz deja de ser estática y adopta variaciones a través de sutiles degradados que producen una vibración, un centelleo que anima la composición confiriéndole movimiento. Las noches de Puigaudeau nunca son realmente oscuras, sino que las anima una vida insospechada que el artista nos descubre cuando contemplamos sus composiciones.
Este cuadro de la colección Carmen Thyssen-Bornemisza es probablemente una de sus obras más elaboradas, que reúne todos los elementos de su especificidad artística.
Antoine Laurentin
A continuación vuelve a utilizar todos estos elementos, como si encajara las piezas de un rompecabezas, para elaborar el dibujo de gran formato sobre papel de seda de la composición definitiva. Aplica carboncillo en el reverso de este papel, que tiene las dimensiones del futuro cuadro, y calca los trazos al lienzo utilizando un lápiz duro. De este modo, Puigaudeau, siguiendo la más pura tradición impresionista, puede utilizar varias veces el mismo dibujo preparatorio sobre distintos lienzos. En este aspecto es en el que queda de manifiesto la originalidad del artista, que se esfuerza por restituir las luces artificiales nocturnas. Es uno de los escasos pintores de su generación que se interesa exclusivamente por este instante mágico, casi fantástico. La iluminación, procedente de los farolillos y de las farolas, ya no ocupa el centro de la composición, sino que aparece dispersa en tres o cuatro focos. De este modo, la luz deja de ser estática y adopta variaciones a través de sutiles degradados que producen una vibración, un centelleo que anima la composición confiriéndole movimiento. Las noches de Puigaudeau nunca son realmente oscuras, sino que las anima una vida insospechada que el artista nos descubre cuando contemplamos sus composiciones.
Este cuadro de la colección Carmen Thyssen-Bornemisza es probablemente una de sus obras más elaboradas, que reúne todos los elementos de su especificidad artística.
Antoine Laurentin