Retrato de un hombre de la isla de Dominica (?)
Este retrato de busto de un hombre desconocido vestido de blanco, mal atribuido e identificado durante mucho tiempo, se dio a conocer por primera vez en Inglaterra, donde existen precedentes de este tipo de representaciones. Dada su ubicación original, sería probable que el retratado fuera un esclavo negro de origen africano que trabajara como sirviente de algún acaudalado ciudadano británico. Pero mientras que la casaca de seda a rayas podría pasar por una librea doméstica convencional, el gorro alto de lino o seda de alta calidad rematado con encaje resulta extraordinario. La peculiaridad de este tocado hace que la identidad del personaje resulte más problemática, y su presencia en la pintura ha desempeñado (y debe desempeñar) un papel clave en cualquier interpretación del cuadro.
El retrato puede fecharse hacia 1780, tanto por el pañuelo del cuello y el corte de la casaca, como por el estilo de la pintura. Considerado en conjunto y teniendo en cuenta el tamaño del lienzo y el óvalo pintado, el cuadro resulta convincentemente inglés, aunque el retratado no tiene por qué serlo. Habría otras posibles alternativas, como que se tratase de un visitante extranjero procedente de África o de su diáspora, y esto podría explicar el extraño diseño del tocado.
Al contrario de lo que cabría esperar, lo más parecido a este tocado no lo encontramos en un aristócrata africano ni en un musulmán africano de la época, sino que aparece —aunque no sea exactamente el mismo modelo— sobre la cabeza de un antillano libre de la isla de Dominica, tal y como lo retrató Agostino Brunias hacia 1770. Si el retratado en el cuadro del Museo Thyssen es un dominiqués, probablemente huyó a Inglaterra como parte del éxodo de los colonos ingleses justo antes de que Francia reclamara la isla a Inglaterra en 1778.
El rostro y el sombrero están construidos con pinceladas relativamente amplias que concuerdan con el estilo pictórico de sir Joshua Reynolds, el primer presidente de la Royal Academy de Londres. El autor de esta pintura tenía un talento evidente y, al parecer, estaba fascinado con el reto de plasmar de forma convincente los destellos de luz en la superficie ligeramente acanalada de la casaca de color crema. La coloración oscura de la piel y del cabello del personaje, en tonos marrones, rojizos y negros, contrasta con las sutiles diferencias de brillo de la ropa blanquecina.
El prominente tocado del retrato del Thyssen inevitablemente jugó un importante papel en la acumulación de interpretaciones equivocadas. A primera vista, parece un típico gorro de cocinero, pero esa prenda arquetípica no apareció hasta la década de 1820, con posterioridad a la ejecución de este retrato, aunque su presencia no hace más que complicar las hipótesis. La identificación con un chef no solo se mantuvo, sino que llegó a ser más elaborada con el tiempo. Durante unos cuarenta años en el siglo xx, el cuadro del Thyssen se publicó erróneamente como el retrato de Gilbert Stuart del cocinero de George Washington. La pintura no es ni de Stuart —famoso por sus admirados retratos del primer presidente de Estados Unidos— ni del cocinero de Washington. Dicha persona nunca llevó un gorro como este. Entendido erróneamente, el cuadro incita a las fantasías americanas de la esclavitud y ayuda a satisfacer el deseo de Estados Unidos de encontrar afroamericanos de relevancia histórica que hubieran sido previamente ignorados.
Es posible que en un futuro pueda determinarse el artista, el personaje retratado o el significado de su vestimenta, especialmente si consigue encontrarse alguna mención histórica. En sí mismo, el cuadro tiene valor como un retrato fascinante y bien ejecutado. Con toda probabilidad, rodeada de tantas incertidumbres, la pintura seguirá siendo, total o parcialmente, un misterio.
Dorinda Evans
Traducción: Juan Santana Lario