Un sátiro
Giulio Romano se formó con Rafael, siendo su principal ayudante y el discípulo con más proyección tras su muerte. Además de colaborar con él en las Estancias del Vaticano, finalizó los trabajos que su maestro había dejado sin concluir, como La Transfiguración de la Pinacoteca Vaticana. Giulio Romano fue uno de los catalizadores del manierismo romano y su figura está vinculada a la de Federico Gonzaga, para quien trabajó unos veinte años desde finales de 1524. Los servicios que el duque de Mantua requirió del artista no sólo se circunscribieron al campo de la pintura, ya que en esta ciudad ejerció de arquitecto, decorador e ingeniero. Giulio Romano dejó en Mantua uno de sus trabajos más brillantes, apoyado en un equipo que supo traducir sus ideas a los materiales más variados. Vasari comentó sobre sus trabajos en Roma y en Mantua que «nos parecen no tanto salas para los hombres cuanto residencias para los dioses hechas para ejemplo de los hombres». Giulio Romano era de carácter caprichoso e ingenioso, y Vasari advierte de su extravagancia en la decoración de las bóvedas del Palazzo Te, aunque reconoce que realizó «con mucho gusto estas caprichosas invenciones con un sentido poético y pintoresco». Vasari, además de sobre sus labores como pintor, nos cuenta que «nadie hubo mejor que él capaz de dibujar celadas, sillas de montar, arreos de espadas y extraños disfraces, y los realizaba con tanta facilidad que para él dibujar era como escribir para un escritor hábil».
Esta pareja de dibujos perteneció a la colección de sir Thomas Lawrence y estuvieron registrados, en 1836, en la colección de Samuel Woodburn, en Londres. La siguiente referencia que existe de ellos la encontramos en Mertoun House, en la colección de lord Francis Egerton, earl de Ellesmere, entre cuyos descendientes se conservaron, hasta su subasta, por el duque de Sutherland, en 1972. En ese año fueron adquiridos por Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza para su colección en Villa Favorita.
Los dibujos que se dieron a conocer en 1898 fueron estudiados por Frederick Hartt en 1958. Ambos diseños se han relacionado con el trabajo del artista en Mantua. Hartt concretamente mencionó la estancia de Troya del Palazzo Ducale, aunque también se han comparado con una serie de estucos en los que se reproducen sátiros y que decoran la Cámara de las Cariátides del Palazzo Te; ninguno de estos dos diseños del Museo Thyssen-Bornemisza ha podido identificarse con figuras concretas de esta sala.
Ambos sátiros levantan los brazos y cubren parte de su cuerpo con unas telas. El macho se muestra de frente, se apoya en un cayado, y en su cabeza se subrayan sus orejas puntiagudas y dos pequeños cuernos. La expresión salvaje que transmite se consigue con sus ojos y con su boca, y se resalta con el ritmo que se imprime a su cuerpo. La hembra se capta con un giro imposible que lleva a presentar su cabeza y uno de sus pechos de perfil. Los trazos del sombreado son cortos y se combinan con otros más largos que se emplean para los perfiles, donde el artista ha insistido en zonas concretas. El rayado con el que se resaltan ambas figuras otorga a los dibujos un relieve cuya inspiración pudo buscar el artista en el mundo clásico.
Mar Borobia