La Virgen con el Niño, santa Isabel y san Juan Bautista
En la ingente producción de Rubens, que abarca todos los géneros pictóricos —todos ellos tratados con igual maestría—, ocupa un lugar destacado, por número y riqueza, la pintura religiosa, dentro de la cual el artista realizó tanto grandes piezas monumentales y decorativas para el culto público en las iglesias como, en una clave más modesta, cuadros de devoción de proporciones menores y destinados a la piedad privada. Dentro de éstos tenemos que situar el lienzo La Virgen con el Niño, santa Isabel y san Juan Bautista del Museo Thyssen-Bornemisza.
Este lienzo está fechado hacia finales de la década de 1610, entre dos de los encargos más importantes que tuvo en esos años el pintor: El Juicio Final para la iglesia de los jesuitas en Neuburg, de 1616 (hoy en la Alte Pinakothek de Múnich) y La lanzada, instalada en 1620, para el altar mayor de la iglesia de los Recoletos en Amberes. En esos años Rubens respondió además a numerosas solicitudes particulares, entre las que se encontrarían varias con la Sagrada Familia, un tema que estuvo presente a lo largo de toda su carrera y que el pintor trató de formas muy diversas. En este caso, la fuente en la que bebió Rubens, una vez más, parece encontrarse en Italia, concretamente en La Sagrada Familia de Rafael, conservada en el Museo del Prado, conocida como La Perla. Este óleo, encargado a Rafael por el conde Ludovico de Canossa en torno a 1518, fue adquirido a su sucesor, Galeazo de Canossa, en 1604 por el duque de Mantua, Vicencio Gonzaga, protector de Rubens durante su estancia en Italia. Según apuntó Oldenbourg, Rubens tuvo la posibilidad de ver el cuadro en el palacio ducal de Mantua y empleó su composición no sólo para el cuadro del Museo Thyssen-Bornemisza, sino para otras Sagradas Familias. De hecho, es indudable que tanto la postura de Jesús, en las rodillas de su Madre, como la de san Juan recuerdan a la obra de Rafael.
El tema de la Virgen con el Niño, acompañada por santa Isabel y san Juanito, fue un motivo tratado por Leonardo que Rafael popularizó con sus Sagradas Familias. El episodio, como muchos otros, no está recogido en la Biblia, donde el único encuentro que se produce entre Cristo y san Juan es precisamente el que tiene lugar en el Jordán con motivo del bautismo. El origen de este asunto hay que buscarlo en las Meditaciones del Pseudo Buenaventura, en cuyo texto el autor situó este alto en el camino después de la huida a Egipto.
El tema y el formato de la pintura nos hacen suponer que fuera un encargo particular destinado al ámbito privado. A ello contribuye, indudablemente, el amable episodio en el que dos niños juegan ante la atenta mirada de sus madres. Rubens introduce en el cordero sobre el que se sube san Juan y al que acaricia una oreja, un símbolo del sacrificio que tendrá que afrontar Jesús. Para acentuar más el mensaje, coloca la cruz, con el estandarte blanco alusivo a la Resurrección, apoyada en el animal. Sin embargo, esta lectura queda en parte velada por el peso que tienen las figuras y los sentimientos que desprenden sus miradas.
El sólido conjunto, con figuras de cuerpo entero, está situado en un exterior que tiene como fondo una colosal arquitectura de la que sólo se representan la base de una columna y algunos de sus sillares. El ritmo compositivo, que enlaza sabiamente todos los elementos, pone de manifiesto una vez más el dinamismo y la vitalidad de su creador. Las figuras están modeladas con colores cálidos y largas pinceladas capaces de dar vida a unas carnaciones blandas y nacaradas muy típicas del artista. Se ha sugerido que para la figura de san Juan, de pie encima de un cordero arrebatado y placentero, pudo servir de modelo el hijo del pintor, Alberto, que también desempeñó este papel en otros cuadros de Rubens.
Gaskell recoge varias versiones de esta obra que nos indican que el tema tuvo éxito entre la clientela de Rubens. Entre ellas están la del Palazzo Pitti de Florencia, la de la iglesia de Santa Maria del Giglio en Venecia, tres más en colecciones privadas y una copia en la Academia de Viena. A la composición también se han vinculado dos dibujos que estudian distintos agrupamientos de las figuras con ángeles y que pertenecen, ambos, a la Princeton University Art Museum. La pintura estuvo registrada, desde 1763 hasta el siglo XX, entre los bienes de la familia Lowther. Según un antiguo informe, la obra perteneció a la familia Gobou de Amberes, para la que fue supuestamente pintada. El lienzo fue adquirido, en julio de 1935, a la galería Mercuria de Lucerna.
Mar Borobia