Los "piegan" preparándose para robar caballos a los "crow"
Esta destacada obra de Russell representa a un grupo de indios «piegan» preparándose para atacar al amanecer a sus enemigos tradicionales, los «crow» (cuervo). Aunque estaban bajo la jurisdicción del Indian Bureau y de la Indian Police de Estados Unidos, en 1887 existía una gran hostilidad entre las tribus, pues los «crow» se habían desplazado hacia el norte tras una serie de ataques en los que cruzaron el río Yellowstone. Los «piegan» -una de las tres tribus «blackfoot» (pies negros)- tomaron represalias y algunas cuadrillas de voluntarios, sedientos de venganza y de prestigio, se dedicaron a robar caballos. La pradera cubierta de densa hierba sobre la que se alzan algunos cerros y las lejanas montañas nevadas sugieren el paisaje de la reserva «crow» al sureste de Montana.
Russell había pasado el invierno de 1887-1888 con los indios «blood», otra tribu de los «blackfoot», en la frontera canadiense, y en Los «piegan» preparándose para robar caballos a los «crow» representa con toda fidelidad sus pipas, bastones de toque, plumas y adornos de hueso, así como la pintura roja que se ponían en la cara. La cultura de los indios de la pradera tenía unas normas muy estrictas, con un complejo sistema de honores y símbolos sagrados que se obtenían en sueños y se activaban mediante el uso y la «pintura de los siete» a base de arcilla roja, que ordenaba su vida de nómadas cazadores. La sencillez y la movilidad de sus objetos sagrados reflejaba, como ha comentado Ralph T. Coe, su «frágil relación con el espacio, con el creador y con su mundo disciplinado». Aquella era una relación que cautivó la imaginación del joven artista. En este cuadro se pone de manifiesto su sensibilidad ante la vida espiritual de los «blackfoot», pues ha captado el ritual de los guerreros que se disponen a atacar. Como observó hace años un comentarista, «antes de cada acto importante [...] se fumaba ritualmente una pipa».
Las figuras de los indios y de los caballos están representadas con todo detalle y se recortan nítidamente sobre el fondo trazado con pintura diluida, en el que se han creado zonas rotundamente ambiguas -que en cierto modo recuerdan los paisajes de Degas- cargadas con una impresión de fugacidad. Russell era un autodidacta y su obra refleja siempre el toque lineal, conceptual, de lo primitivo, aunque raras veces alcanza un efecto tan expresivo como en la obra que aquí comentamos. Además, el tratamiento de la luz y el color resulta verdaderamente sutil, en particular en los delicados tonos del cielo y las pinceladas rojas sobre el oscuro paisaje.
Russell inscribió en el cuadro la cabeza de un búfalo, que aparece en muchas de sus obras de la primera época. Era un símbolo irónico, pues además de sugerir la extinción de los grandes rebaños que constituían la base de la vida y la libertad de los indios de la pradera, representaba la eventual desaparición de las grandes extensiones que le habían inducido a desplazarse hacia el oeste en 1880.
Elizabeth Garrity Ellis