Escena de invierno con patinadores y trineos ante una ciudad
La vista de una ciudad amurallada con muchas torres coronadas con agujas y edificios rematados con gabletes va alejándose de derecha a izquierda del cuadro, por detrás de un río helado sobre el que se desplazan numerosos patinadores y dos trineos ricamente tallados, tirados por caballos. Algunos patinadores se deslizan rápidamente, solos o en pareja, mientras que uno de ellos, sentado en un trineo, se empuja con esfuerzo sirviéndose de una pértiga, y otro ha sufrido una aparatosa caída. Al fondo a la izquierda aparecen la línea de un puente levadizo y las diminutas siluetas de unos viajeros que van por el camino. En la parte superior, el cielo está cargado de una heladora neblina y de pesadas nubes. En este celaje invernal resultan particularmente hermosas las zonas de los rosas fríos y de los amarillos limón.
En 1627, muy al principio de su carrera, Salomon van Ruysdael pintó tres escenas invernales que denotan una clara influencia de Esaias van de Velde, pintor que, aunque no esté comprobado que fuera maestro de Van Ruysdael, marcó su estilo inicial. Posteriormente, en las décadas de 1630 y 1640, Salomon pintó muchos paisajes con dunas y ríos y numerosas marinas, pero no volvió a abordar los temas invernales hasta principios de la década de 1650. En cuadros fechados en 1653 y en años posteriores, regresó a las composiciones en diagonal que había aplicado a sus paisajes fluviales más de veinte años antes, pero no las utilizó en escenas de patinaje sobre ríos helados ante una vista urbana; aunque en algunos casos la ciudad puede identificarse vagamente con Arnhem, en general ésta suele ser imaginaria, como probablemente lo sea la que aparece en este cuadro.
La composición, así como cada uno de los motivos de esta obra, reflejan al parecer la influencia de las escenas de patinaje pintadas por Jan van Goyen a partir de 1638. Sin embargo, Salomon utiliza una paleta de colores mucho más rica, sus figuras (que todavía siguen la tradición de Esaias van de Velde) están pintadas con más rotundidad, sin dejar de parecernos ágiles y vivas, y sus arquitecturas son más sólidas y tienen mayor peso. Los celajes de sus escenas invernales también son mucho más variados desde el punto de vista meteorológico que los plomizos cielos de Van Goyen o los resplandores que gustaba de pintar su muy apreciado sobrino, Jacob van Ruisdael. A Salomon no le interesaban nada las vistas de inviernos sombríos de este último. Él prefiere la alegría, encarnada no sólo en una escena llena de colorido, sino también en las decoraciones maravillosamente frívolas de sus queridos trineos (véanse sus correspondientes parejas en las vistas de Arnhem mencionadas anteriormente), tirados por corceles enjaezados con arneses de gala y bridas emplumadas, que iluminan la escena y le dan un ambiente festivo.
Houbraken comentó que Salomon solía empezar sus cuadros manchando el lienzo con un ancho brochazo, lo que explica el efecto de barrido que se aprecia en la línea de horizonte de sus paisajes. En esta obra también podemos darnos cuenta de cómo utilizaba decididamente la técnica de aplicar la pintura «húmeda sobre húmeda», al fundir los perfiles de los tejados y de otras formas que se recortan sobre el cielo. El único comentario de Stechow con respecto a la fecha del cuadro es «spät» (tarde), suponiendo correctamente que se pintó hacia 1660 o posteriormente.
Peter C. Sutton