Veleros junto a una aldea
Veleros junto a una aldea, fechado en el último decenio de su actividad, es una obra de madurez de Salomon Jacobsz. van Ruysdael. El artista durante estos años continuó trabajando temas de su juventud, que habían tenido una buena acogida, acercándose también a otros nuevos, como los bodegones, que realizó entre finales de la década de 1650 y principios de la siguiente. En estos óleos, con formato vertical, dispuso animales de caza y granja sobre sencillas superficies o en rústicos cestos de mimbre. En sus paisajes seguirá siendo fiel a las diagonales, aunque introduce factores nuevos como el colorido brillante y luminoso con el que destacará áreas estudiadas de sus vistas. Si el catálogo temático de su obra no es muy extenso y las repeticiones son habituales, no es menos cierto que supo infundir a cada una de sus tablas una energía y una vivacidad que las hace muy atractivas.
Conocemos la historia de esa pintura desde principios del siglo XX, cuando, en 1906, estaba en la galería de Charles Sedelmeyer en París. De allí paso a la colección de Édouard Kann, con sede también en la capital francesa, y más tarde al marchante Thomas Agnew, establecido en Londres, y al berlinés, D. Heinemann. Precisamente en la galería Heinemann fue donde el barón Heinrich Thyssen-Bornemisza la adquirió, y desde entonces figuró en los catálogos de la Colección publicados hasta la fecha de su muerte, en 1947. El óleo correspondió por herencia a su hija Gabrielle, registrándose en la colección Adolphe Bentinck. Posteriormente la pintura fue vendida y pasó por cuatro galerías más hasta que, finalmente, en 1973, fue adquirida por el barón Hans Heinrich a la galería Cramer de La Haya. Éste es el motivo por el que la obra se encuentra en los catálogos de la Colección desde 1930 a 1937, y desaparece de ellos hasta la edición de 1986.
Gaskell consideró esta tabla un buen ejemplo para ilustrar la transformación de la pintura de Ruysdael en la última década. En esta renovación de estilo uno de los factores más llamativos fue el que se produjo en su paleta, donde dio entrada a colores, vivos y fuertes, como los empleados en el celaje. En este cielo, con un gran desarrollo por la posición de la línea de horizonte, Ruysdael encaja grandes masas de nubes que se mueven cargadas de blancos, grises y anaranjados. Las diagonales propias de la década de 1630 se transforman aquí en un juego de líneas, quebradas y ondulantes, con las que ha construido la ribera donde están fondeados los veleros, elementos de los que también se sirve para crear, mediante sus cascos, una diagonal que nos conduce hacia la tierra firme del horizonte. El artista también introdujo sugestivos y sutiles juegos con bandas de luz que crean el espacio, desde los primeros planos oscuros hasta los más iluminados de la lejanía.
Gaskell cambió el título de la pintura, que había figurado hasta entonces como El regreso de los pescadores a casa. Este cambio fue el resultado del estudio de las embarcaciones, que, en vez de barcos de pesca, se identificaron con veleros para el transporte de artículos y mercancías preparados para cruzar grandes extensiones de agua.
Mar Borobia