Maria y Annunziata "del puerto"
Aunque parte de su carrera artística se desarrolló en Zúrich, Italia y Viena, el pintor alemán Christian Schad se mantuvo cercano a las nuevas corrientes realistas de su país natal. Ahora bien, a pesar de que por su precisión realista y su proximidad estilística podría ser incluido entre los artistas alemanes de la Neue Sachlichkeit (nueva objetividad), Schad no estuvo presente en la muestra inaugural de este movimiento y siempre negó cualquier lazo con esta tendencia.
Vinculado en un principio a la corriente expresionista y más tarde al movimiento dadá, cuando en 1920 se trasladó a vivir a Roma y, al poco tiempo, a Nápoles, comenzó una nueva etapa de su pintura bajo la influencia de los maestros antiguos, en especial de Rafael y su escuela. Según su propio testimonio, el nuevo estilo realista, que caracterizaría su pintura ya para siempre, era fruto de la impresión que le produjo la contemplación de La Fornarina de Rafael en el Palazzo Barberini de Roma en 1920. Maria y Annunziata «del puerto», pintado en Nápoles en 1923, es buena prueba de ese influjo. Se trata del retrato de dos actrices napolitanas del teatro Rossini, que respondía, según Schad, a su necesidad de mostrar «con todo detalle las múltiples manifestaciones que adoptaba la vida en la calle». El apodo «del puerto», que fue añadido por el propio artista, era el modo como se conocía a las artistas entre sus admiradores.
Su maestría técnica y la obsesión por captar los más mínimos detalles, con la máxima exactitud, hace que la imagen adopte un verismo que va más allá de la propia realidad. Como comentaba Simón Marchán, el realismo de Schad «desbordaba las apariencias de lo reconocible y lo desplazaba a un ámbito paradójico de irrealidad» y, en el caso concreto de Maria y Annunziata, «la luz, al deslizarse sobre la piel, impregna a la entera representación con una transparencia delicada en la que afloran detalles y matices, a los que sería arduo captar con nuestra mirada». Por otra parte, la pose de las dos mujeres, que parecen estar sentadas junto a la barandilla de un palco del teatro, y el fuerte claroscuro que provoca en sus rostros la luz de algún foco del escenario, junto al encuadre próximo y fragmentario, a modo de una instantánea, nos hacen pensar en la influencia de la fotografía.
Paloma Alarcó