Autorretrato
Ningún artista estuvo tan obsesionado con su propia imagen como Egon Schiele. A partir de 1910 su narcisismo, o su esquizofrenia, le llevaron a autorretratarse en todo tipo de actitudes, en numerosas posturas y gestos, con un erotismo muy provocador. El artista se representa tanto desnudo —a modo de san Sebastián herido— como vestido con todo un repertorio de disfraces en el papel de actor caricaturesco de una gestualidad cercana a lo grotesco.
En esta acuarela su cuerpo delgado, que resalta sobre el fondo neutro, es captado desde un punto de vista muy bajo para enfatizar su escualidez, y el expresivo gesto de su rostro nos hace pensar en las exageradas expresiones faciales esculpidas por su compatriota el escultor Franz Xavier Messerschmidt (1736-1783). Como en la mayoría de sus retratos, a la gestualidad del rostro, en principio el mejor aliado de la expresividad, se unen las manos, unas manos extremadamente alargadas y huesudas.
Paloma Alarcó