Montando el campamento, Little Big Horn, Montana
Basándose en un encuentro que de niño había tenido con los pieles rojas en West Virginia, en la lectura de la serie de los Leatherstocking Tales de Cooper y en los cuadros sobre tema indio de Henry Farny, Sharp pretendió plasmar la vida de los indígenas de Norteamérica. Pasaba el verano en Taos, Nuevo México, pues en esa época podía contar fácilmente con modelos indios, pero se trasladaba a Montana en otoño, cuando los indios nómadas de la Pradera tenían más tiempo para posar. Le parecía que Montana era demasiado verde en verano, pero «el paisaje nevado, las estribaciones montañosas cubiertas de artemisa y el follaje invernal de los árboles de la ribera del Little Big Horn son más pictóricos». Sin embargo, se quejaba de que sus clientes no compraban sus paisajes «si no incluyo en ellos esos condenados tipis».
En Montando el campamento vemos a unas indias «crow» (cuervo) preparando los tipis a orillas del río Little Big Horn a comienzos del otoño; la montaña que aparece en la lejanía está ya cubierta de nieve. La obra nos brinda diferentes interpretaciones. Para un norteamericano de origen europeo que observase la vida de los indios de la Pradera en el siglo XIX, la mujer era poco más que una «bestia de carga», como se deduce por el siguiente comentario del Lt. George Palmer: «Los hombres son indolentes y vagos; para ellos el trabajo es humillante y sólo lo han de hacer las mujeres [...]. Obligan a las mujeres a hacer todas las tareas y por lo general tratan a estas explotadas criaturas con desdén y crueldad. La india ha de trasladar los tipis de un lugar a otro, curtir las pieles, recoger leña, procurarse la comida necesaria para el invierno y ocuparse de los potros, de los niños y de los perros; y mientras tanto, el holgazán de su macho se pasea a caballo o se tumba sobre suaves túnicas [...]»
Aunque Sharp sentía simpatía por los indios de la Pradera, a los que describía como «dignos, corteses y siempre cordiales -humanos», se daba cuenta de que los guerreros «crow» trataban vejatoriamente a sus mujeres, que se veían obligadas a «trabajar como mulas» mientras que los hombres se dedicaban a la caza o a la holganza. Sin embargo en algunos estudios recientes se ha sugerido que las mujeres desempeñaban un papel mucho más importante en la tribu. Sus tareas no eran más pesadas de las que tenían que llevar a cabo muchas mujeres blancas pero, a diferencia del hogar europeo, el campamento era el dominio de la india: «El tipi, sus enseres, los alimentos que en él había, la ropa y otros objetos pertenecían a la mujer, que podía disponer de ellos a su antojo». En esta obra, Sharp recoge el sentimiento comunitario de trabajo entre las indias de la tribu, cosa que ya había observado Walter McClintock en 1910: «Las mujeres consideraban que este trabajo era una vocación a la que tenían derecho y no permitían que se entrometieran los hombres de la familia [...]. La superioridad de las mujeres en las actividades domésticas [...] era una destacada característica de su vida social».
La composición representa una zona de la ribera del Little Big Horn, no lejos de la cabaña de madera y estudio que el artista se había mandado construir cerca del lugar donde Custer había librado su último combate. El general Custer era un héroe de infancia del pintor, que tenía dieciséis años cuando las tropas de Custer fueron aniquiladas en la batalla de Little Big Horn en 1876; sin embargo, Sharp tuvo gran empeño en localizar a los guerreros que se habían enfrentado a las tropas del general, inmortalizándolos en más de doscientos retratos. El artista era plenamente consciente de que los guerreros del siglo XIX constituían una raza en inevitable proceso de extinción y quería dejar constancia de ellos antes de que desaparecieran por completo. «Me interesaba el aspecto humano de los pieles rojas», escribió, «su romanticismo y su idealismo son los símbolos más hermosos que se han registrado en los anales del tiempo; su religión, sus leyendas y sus supersticiones son absolutamente únicas».
Kenneth W. Maddox