Claro de un bosque
En la literatura crítica dedicada a Sisley son escasas las descripciones contemporáneas de cuadros específicos. Excepcionalmente, Claro de un bosque aparece descrito en fecha muy temprana, 1906, en el catálogo de la subasta Stumpf celebrada el 7 de mayo en la Galerie Georges Petit de París: «A la izquierda, un sendero se adentra por el bosque, a la derecha, en un trigal recién segado, los campesinos han levantado almiares. En primer término, del mismo lado, se alza un árbol cuyas ramas de hojas amarillas se iluminan de sol: también es el sol el que baña con su luz todo este rincón de naturaleza, el sendero, el trigal, el aire, el cielo azul, creando una armonía de contagiosa alegría que traduce la gran poesía de esta naturaleza de fiesta». El cuadro es una de las seis obras de las que consta que fueron ejecutadas en 1895; tres de ellas representan escenas rurales parecidas, captadas en los alrededores de Moret-sur-Loing (véase D 842-844).
Cuando se trasladó a la región de Moret-sur-Loing en 1881, Sisley había acometido una minuciosa exploración de las zonas rurales de los alrededores de By y Veneux-Nadon. A partir de 1889, cuando la familia se instaló definitivamente en Moret-sur-Loing, estas escenas rurales, en las que no aparece ninguna referencia a río ni canal alguno, empezaron a hacerse relativamente escasas (véanse D 698-700, 705-711, 1889; D 735-739, 1890; D 755, 1890-1891; D 769-774, 1891). En casi todos los casos, el paso del primer término al último, al no presentar la perspectiva la curva de la orilla de un río, queda establecida básicamente, como en Claro de un bosque, por un sendero o una carretera. Igualmente, mientras que el movimiento del agua podía transmitir el movimiento de la brisa, su ausencia en las vistas rurales de Sisley en las que falta el elemento río exigían que la animación de la escena procediera fundamentalmente del movimiento del follaje de los árboles. Así sucede hábilmente en Claro de un bosque gracias a las pinceladas rápidas y fluidas que describen el espejeo del sol sobre las hojas del magnífico ejemplar arbóreo situado a la derecha de la composición.
Contrariamente a lo que ocurre en sus obras de los primeros tiempos, en las vistas rurales que Sisley pinta después de 1881 no suelen aparecer figuras. Sin embargo, cuando las introduce, su presencia siempre está en armonía con la escena específica representada. Así, en esta composición con almiares plasmada bajo el sol de mediodía, una campesina, rastrillo en mano, descansa en la sombra que arrojan los árboles situados a la izquierda de la composición, mientras que se avista una figurita junto al mayor de los almiares; un caballo y una carreta, parcialmente ensombrecidos por el gran árbol de la derecha, están dispuestos para acarrear fuera de la escena el fruto del trabajo de la jornada. Un análisis atento de cada figura individual, del caballo y de la carreta pone de manifiesto que éstos no se han insertado en zonas reservadas de la superficie pictórica, sino que han sido añadidos al final del proceso creativo mediante una pincelada esquemática y descriptiva por encima de las capas de pintura subyacentes que representan el trigal, el almiar y la sombra. A este respecto, la necesidad de que la figura esté «dentro del paisaje» más que colocada sobre él probablemente derive de la observación por parte de Sisley del papel de las figuras en las composiciones de John Constable, paisajista romántico inglés cuyas obras es probable que Sisley estudiara durante su estancia en Londres entre 1857 y 1860 y nuevamente en 1874.
La presencia de almiares en este cuadro invita a compararlo con la monumental serie de almiares a la que se dedicó, entre 1889 y 1891, Claude Monet, colega impresionista de Sisley. Sin embargo, aunque Sisley abordó este tema en más de una ocasión, en 1889 (D 705-708), en 1891 (D 771, 772) y nuevamente en 1895 (D 844), cada almiar es tratado como un elemento integrante de un paisaje conjunto más que como el tema y soporte para una serie de investigaciones sobre los distintos efectos de la luz y las condiciones atmosféricas cambiantes sobre un motivo estático.
El catálogo de la subasta Stumpf del 7 de mayo de 1906 incluía dos prólogos, cuyos autores, Henri Lapauze y Léon Roger-Milès respectivamente, llamaban la atención sobre las cualidades poéticas del paisajismo de Sisley. Lapauze habla de la capacidad específica de Claro de un bosque para transmitir «la gran poesía de esta naturaleza en fiesta». Roger-Milès generalizaba esta característica específica a una consideración más global sobre el arte de Sisley en su conjunto: «Y su pincel no ha obrado ninguna traición, porque las imágenes controladas por la vista se habían controlado en su corazón, y por ello cuanto más avance el tiempo, más se apreciarán las obras de este pintor, de este gran artista, que tan perfectamente ha sabido adaptar la rima del poema de la atmósfera a la del poema de la naturaleza». Ya en vida, Sisley fue considerado como el miembro del grupo impresionista que, al tiempo que transmitía el motivo observado de forma objetiva en un instante fugaz del tiempo, también aspiraba a plasmar el sentimiento que genera un motivo específico en la naturaleza, o su poesía. Ya en la tercera exposición impresionista, celebrada en abril de 1877, el crítico Rivière observó con respecto a la obra de Sisley, el «gran paisaje, una carretera después de que haya cesado la lluvia, con el agua cayendo de los altos árboles, los adoquines mojados, los charcos que reflejan el cielo» que había «transformado [la escena] en una encantadora poesía». De hecho, fue este sentido poético, derivado de la capacidad de captar tanto el aspecto objetivo de un motivo como la carga subjetiva, emocional que genera, la que indujo a Walter Sickert, pintor inglés amigo de Degas, coleccionista y crítico, a declarar que, contrariamente a Monet, Sisley transmitía la «poesía del Impresionismo», y a su entregado admirador y adalid Adolphe Tavernier a concluir: «La exquisita armonía del motivo y de la luz de estos lienzos en los que, en realidad, da la impresión de que la naturaleza se entrega palpitante a una comunión directa. En este sentido se ha dicho acertadamente que un hermoso paisaje es un estado del alma», lo que justifica que Sisley fuera «el más delicado, el más encantador, el más poético de los impresionistas».
Mary-Anne Stevens