Una tarde en Moret, final de octubre
En 1881 Sisley, acuciado por problemas económicos, trasladó su residencia a las localidades que bordean al Bosque de Fontainebleau, al sureste de París. Aunque no se estableció definitivamente en Moret-sur-Loing hasta 1889, un año antes realizó ya un importante número de pinturas de esta localidad. Más que una serie del mismo motivo, a la manera de Monet, se trata conjunto de obras que componen la cartografía visual de un lugar, pintadas desde puntos de vista distintos y en diferentes estaciones y horas del día. Una tarde en Moret, final de octubre es la última de un subgrupo de cuatro pinturas dedicadas al lavadero. En ella destaca la cuidada composición a base de verticales y horizontales, y la utilización de diferentes tipos de pincelada. El cielo, como ocurre en muchos lienzos del artista, es el gran protagonista del cuadro con tonalidades moradas, malvas y amarillo cadmio.
JAL
En 1881, Alfred Sisley se trasladó de Sèvres, localidad situada al oeste de París, a la región de Moret-sur-Loing. Después de una estancia en By y en Veneux-Nadon, en febrero de 1889 se instaló definitivamente en la pequeña ciudad de Moret-sur-Loing, primero en la rue de l'Eglise y luego, probablemente a partir de 1892, en el número 19 de la rue Montmartre.
Moret-sur-Loing está situada al sudeste del bosque de Fontainebleau, donde, durante la década de 1860, Sisley y los demás impresionistas trabajaron en plein air, en plena naturaleza. El río Loing bañaba sus murallas y seguía su curso hacia el norte para desembocar en el Sena a unos cinco kilómetros de Saint-Mammès. La ciudad había conservado su carácter medieval, con sus murallas y sus puertas de acceso, su puente sobre el Loing con sus molinos de agua y su iglesia parroquial gótica, de la que Sisley pintó una serie en 1892-1893.
Al artista le atrajo la zona de Moret-sur-Loing en parte porque significaba un retorno a sus raíces artísticas, al bosque de Fontainebleau. También ofrecía una serie de motivos, particularmente la combinación de amplios celajes y de vías de agua. Ya el 31 de agosto de 1881, Sisley observaba en una carta que dirigía a Claude Monet que «el campo no está mal, un poco cursi», pero que Moret tenía «una iglesia muy mona» y que estaba rodeada de un entorno bastante pintoresco». Once años más tarde, en su carta «autobiográfica» a Adolphe Tavernier, crítico y ardiente defensor del artista, Sisley reconocía la profunda incidencia de Moret en su lenguaje artístico de madurez: «O sea que pronto hará doce años que estoy en Moret o en sus alrededores. Es en Moret, ante esta naturaleza tan tupida, sus grandes álamos, las aguas tan hermosas del Loing, tan transparentes, tan cambiantes, es desde luego en Moret donde más ha progresado mi arte, sobre todo en los tres últimos años». También el ensayo de 1923 que Gustave Geffroy escribe sobre el artista se hace eco de la valoración que hace Sisley de Moret como importante fuente para su creatividad: «Con que Sisley ha encontrado su región. Es la orilla del bosque de Fontainebleau, las pequeñas ciudades escalonadas en la ribera del Sena y del Loing, Moret, Saint-Mammès... siempre regresa a ese rincón húmedo y frondoso en el que su talento se encuentra a gusto, en el que la gente y las cosas le resultan familiares. Ha elegido una tierra y se ha quedado en ella, enamorado del sereno río y de la apacible silueta de la pequeña ciudad. Así escribe su capítulo de la historia de nuestro suelo, de nuestras aguas, de nuestro cielo».
Sisley pintó Una tarde en Moret, final de octubre desde la orilla oriental del río Loing, mirando en dirección norte hacia el «bateau lavoir». A espaldas del artista quedaba el puente con sus molinos de agua, incluido el Moulin Provencher (véase D 5034). A la derecha de la composición aparece esbozada la alameda que salía hacia el norte desde el puente. La mayoría de los árboles están desnudos, por lo que cabe dar por hecho que el cuadro es posterior a las otras tres versiones ejecutadas prácticamente desde el mismo punto de vista: Orillas del Loing en Moret, mañana (1888; D 687; colección particular); Mañana de septiembre en Moret (D 688; colección particular) y El Lavoir en Moret, Veranillo de san Martín, Domingo por la tarde (D 686; 1888; colección particular, EE.UU.).
Aunque pintado el año anterior a su instalación definitiva en Moret-sur-Loing, Una tarde en Moret, final de octubre pertenece al grupo de obras creadas en 1888 que sugieren que Sisley se dedicó a explorar de forma sistemática la pintoresca ciudad antes de asentarse definitivamente allí en 1889. Este proceso de exploración se centró fundamentalmente en vistas de la ciudad desde las orillas del río Loing, si bien en D 656-660, también plasmó la entrada a la ciudad desde By y Veneux-Nadon. Aunque existen cuatro cuadros con la misma vista que la que aparece en Una tarde en Moret, final de octubre, una ligera desviación del emplazamiento del pintor hacia la derecha revela la alameda, tema de otro «subgrupo» de obras (D 674, 689 y 690) ejecutadas aquel mismo año. Girándose 180 grados, Sisley se hallaba en posición para pintar otro subgrupo compuesto por unos seis cuadros de la vista del río aguas arriba en dirección al puente, dos de los cuales (D 679 y 680) incluían el extremo oriental del puente mientras que los otros cuatro presentaban el Moulin Provencher y la orilla occidental amurallada del río, protegida por una fila de álamos (D 681-684). Con esta preocupación por presentar un mapa visual de Moret-sur-Loing, Sisley retoma planteamientos que adoptó en otros lugares en los que vivió o que visitó anteriormente, como Louveciennes, Marly-le-Roi y Hampton Court; pero además, muestra en conjunto una secuencia de observaciones visuales realizadas de una forma más intencionada y cuidadosa que, ya a principios de la década de 1890, constituiría un registro panorámico de la ciudad, al ir rotando el artista su punto de vista a lo largo de 360 grados.
El énfasis puesto en la amplitud de los celajes y en las extensiones de agua en la parte inferior izquierda de la composición resume dos preocupaciones pictóricas fundamentales en la obra de Sisley, que percibieron tanto el artista como sus críticos. Para Sisley, el cielo no sólo fija la calidad de la luz en un paisaje sino que también determina la estructura del paisaje en su conjunto y su perspectiva y profundidad, al tiempo que define sus dimensiones emocionales o poéticas, «también y sobre todo es preciso que [los objetos] estén rodeados de luz, como lo están en la naturaleza. Y es el cielo el que ha de ser el medio para ello (el cielo no puede ser un mero fondo). Al contrario, no sólo contribuye a conferir profundidad mediante sus planos (porque el cielo tiene distintos planos, como el suelo), sino que también da movimiento con su forma, su disposición con relación al efecto o a la composición del cuadro. ¿Hay acaso algún cielo más magnífico y dinámico que el que se da con frecuencia en verano? Me refiero al cielo azul con hermosas nubes blancas viajeras. Qué movimiento, qué dinamismo, ¿verdad? Hace el mismo efecto que la ola en el mar; exalta, arrastra. Otro cielo, éste más adelante, al atardecer. Sus nubes se alargan y a menudo adquieren forma de estela, de remolinos que dan la sensación de estar inmovilizados en medio de la atmósfera, y poco a poco desaparecen, absorbidos por el ocaso. Este cielo es más tierno, más melancólico, tiene el encanto de las cosas que se van, y a mí me gusta muchísimo. Como indicación: siempre empiezo un lienzo por el cielo». Del mismo modo, los críticos solían comentar la forma en que relucen las aguas del río Loing, permitiendo que el reflejo de las casas y el cielo bailotee por la dinámica superficie ampliando las dimensiones espaciales de la composición; así por ejemplo Julien Leclerq en un artículo a raíz de la muerte de Sisley acaecida el 29 de enero de 1899, subrayaba con especial interés «ciertos paisajes, en particular un agua azul, celeste, límpida y que discurre entre orillas anaranjadas».
Una tarde en Moret, final de octubre sintetiza el sentido del lugar de Sisley, percepción que adquiere a raíz de su constante práctica de la cartografía visual de la ciudad y sus alrededores. El cuadro perfectamente le podría haber inspirado a Arsène Alexandre su resumen de las cualidades del arte de Sisley que hacen que se alce con voz propia dentro del Impresionismo: «Algunas mañanas son exquisitas por su frescor, algunas vistas de Moret-sur-Loing presentan una hermosa y cálida tonalidad dorada; a Sisley le gustan los bonitos cielos límpidos, el viento que susurra entre los árboles en verano y en primavera, los delicados reflejos rosas de las mañanas serenas».
Mary-Anne Stevens