Paisaje mediterráneo
1953
Óleo sobre lienzo.
33 x 46 cm
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Nº INV.
763
(1961.12
)
No expuesta
Planta segunda
Colección permanente
Planta primera
Colección permanente
Planta baja
Colección Carmen Thyssen y salas de exposiciones temporales
Planta -1
Sala de exposiciones temporales, salón de actos y taller EducaThyssen
A comienzos de la década de 1950, en pleno triunfo de los informalismos, el pintor Nicolas de Staël abandona la anterior abstracción sombría y recupera un estilo más figurativo y luminoso en el que intenta evocar sus experiencias visuales a través de la plasmación en el lienzo de ciertas resonancias cromáticas. Este Paisaje mediterráneo es un buen ejemplo de su nueva búsqueda de reconciliación entre figuración y abstracción y de su insistencia en la necesidad de combinar las formas abstractas, que son los elementos indispensables de cualquier pintura, con la captación de una realidad visual.
El paisaje, ejecutado con una gran economía de medios y una pintura densa y empastada, nos muestra una luminosa vista de la costa de Provenza, en tonos azulados y grisáceos. La composición se organiza a base de planos horizontales de formas geométricas creados por la acumulación de empastes grises, azules y ocres, con los que construye los distintos elementos del paisaje. Con apenas cuatro o cinco planos de color, Staël consigue representar los elementos básicos del paisaje: una casa, dos árboles, el cielo y el mar. La resplandeciente luz del Midi francés transforma los colores de su paleta, y el azul del Mediterráneo destaca en el centro de la composición por encima de todos los demás. Asimismo, como nos hace notar Douglas Cooper, en los paisajes mediterráneos de esos años se esboza una cierta perspectiva lineal, generalmente dirigida hacia un foco central. En diciembre de 1954 Staël escribe a su marchante Jacques Dubourg: «Mi pintura, detrás de su apariencia, de su violencia, de sus inquebrantables líneas de fuerza, es algo frágil, sublime en el buen sentido». La riqueza de texturas y la sutileza del colorido alcanzan aquí el máximo refinamiento.
Paloma Alarcó
El paisaje, ejecutado con una gran economía de medios y una pintura densa y empastada, nos muestra una luminosa vista de la costa de Provenza, en tonos azulados y grisáceos. La composición se organiza a base de planos horizontales de formas geométricas creados por la acumulación de empastes grises, azules y ocres, con los que construye los distintos elementos del paisaje. Con apenas cuatro o cinco planos de color, Staël consigue representar los elementos básicos del paisaje: una casa, dos árboles, el cielo y el mar. La resplandeciente luz del Midi francés transforma los colores de su paleta, y el azul del Mediterráneo destaca en el centro de la composición por encima de todos los demás. Asimismo, como nos hace notar Douglas Cooper, en los paisajes mediterráneos de esos años se esboza una cierta perspectiva lineal, generalmente dirigida hacia un foco central. En diciembre de 1954 Staël escribe a su marchante Jacques Dubourg: «Mi pintura, detrás de su apariencia, de su violencia, de sus inquebrantables líneas de fuerza, es algo frágil, sublime en el buen sentido». La riqueza de texturas y la sutileza del colorido alcanzan aquí el máximo refinamiento.
Paloma Alarcó