Boda campesina
En 1649 Jan Steen contrajo matrimonio con una hija del pintor Jan van Goyen. En esta etapa, Steen empezó a ejercer como pintor independiente, como se desprende de dos noticias que nos han llegado concernientes a sus pinturas. La primera, de principios de la década de 1650, cuando Johan van Rhenen consignó una pintura de Steen, con el mismo tema que el de esta tabla, para el mercado danés, y la segunda, de julio de 1651, cuando el agente del gobernador sueco de Pomerania, Harald Appelbbom, adquirió en subasta cuatro obras del pintor para el gobernador, Karl Gustav Wrangel, que pagó por ellas la suma de 32 guilders, cantidad relativamente alta para el trabajo de un artista que se estaba abriendo camino.
El tema de los esponsales fue un asunto que Steen trató durante su estancia en La Haya y que desarrolló al reflejar distintos momentos del enlace, como la firma del contrato, el consentimiento de la pareja, la llegada de la novia o el banquete.
Ebbinge-Wubben consideró esta pintura un trabajo de transición entre la juventud y la madurez del artista, ejecutada en un momento en el que los exteriores y paisajes dan paso a un Steen que explora más el comportamiento humano. El artista ha situado la llegada de la novia en un exterior, a la entrada de una posada o de la casa del novio. Vestida de blanco y seguida de un variopinto séquito, lleva el cabello suelto como símbolo de castidad y la acompañan, a ambos lados, dos mujeres de edad que visten el tradicional huik, una capa con una capucha sobresaliente que, en el caso de la dama que mira hacia fuera, se ha actualizado de acuerdo con los tiempos. El novio, al pie de la escalera que conduce al interior de la casa, recibe a la que ya es su mujer con una acusada reverencia y en una postura algo indecorosa. Todos los componentes de la escena destilan ruido; al que procede de los rústicos músicos, violinista, gaitero y tamborilero, colocados a la derecha, se añade el de la acalorada riña de dos muchachos que el padre intenta sofocar a palos, los brindis de los personajes que se asoman por la ventana o la lectura del epitalamio que intenta recitarse desde balcón, encima del porche. Cada uno de los detalles del óleo nos habla de unas costumbres algo exageradas, que van construyendo este concurrido episodio nupcial. Steen consigue inculcar a sus personajes, que en ocasiones rozan la caricatura, destellos de mordacidad.
Este tipo de pinturas, que, a juzgar por el número que de ellas se conserva tuvieron que tener una buena aceptación en el mercado, se ha puesto en relación, en clave satírica, con las costumbres españolas vigentes al sur de los Países Bajos.
Mar Borobia