El pintor y escultor norteamericano Frank Stella perteneció a una generación de artistas que se formaron en el ambiente abstracto surgido tras la Segunda Guerra Mundial pero que reaccionaron contra el gesto y el espíritu del expresionismo abstracto con unas obras regidas por la geometría, en las que negaban completamente la ilusión espacial y revindicaban la bidimensionalidad del lienzo.

Estudió en la Phillips Academy de Andover y en la Princeton University. En 1958 visitó la primera exposición de las banderas y dianas de Jasper Johns, que le interesaron enormemente a pesar de que la pincelada estaba próxima al expresionismo abstracto. Ese mismo año se instaló en Nueva York y su obra pronto comenzó a recibir la atención de la crítica, en especial su serie de Pinturas negras, que se presentaron en la exposición Sixteen Americans celebrada en 1959 en el Museum of Modern Art de Nueva York y de las que el museo adquirió una de ellas. Sus series posteriores, Pinturas aluminio y Pinturas cobre, ahondaron en el mismo camino e introdujeron otra de las características del arte de Stella, el uso del lienzo de formato diferente a la tradicional forma rectangular.

En 1959 pasó a formar parte del gran número de artistas amparados por Leo Castelli. A partir de entonces, Stella ha participado en numerosas exposiciones en las que ha sido considerado uno de los primeros representantes del minimalismo y entre las que cabe resaltar la temprana retrospectiva de su obra, celebrada en 1970 por el MoMA. Desde la década de 1960 ha ampliado sus investigaciones a otros medios artísticos. A mediados de esa década comenzó sus experimentos con el grabado con Kenneth Tyler, y en 1967 diseñó los decorados y los trajes de una pieza de danza de Merce Cunningham. En la década siguiente el relieve comenzó a aparecer en sus obras pictóricas, que se volvieron más exuberantes y barrocas, lo que fue un primer paso para sus incursiones en la escultura, que desde 1990, alcanzaron dimensiones monumentales.

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