Sin título
1966
Acrílico sobre lienzo.
91,5 x 91,5 cm
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Nº INV.
765
(1983.31
)
No Expuesta
Planta segunda
Colección permanente
Planta primera
Colección permanente
Planta baja
Colección Carmen Thyssen y salas de exposiciones temporales
Planta -1
Sala de exposiciones temporales, salón de actos y taller EducaThyssen
Frank Stella se dio a conocer en la exposición Sixteen Americans, organizada por el Museum of Modern Art de Nueva York en 1959 con sus Black Paintings. Estas obras de estructura geométrica que se alejaban de cualquier gestualidad habían sido efectuadas bajo la influencia de las Flags de Jasper Johns, unas pinturas que anulaban cualquier disociación espacial entre forma y fondo, y que habían sido presentadas en 1958 en la galería de Leo Castelli. Ahora bien, como exponía su principal valedor, el crítico Michael Fried, las nuevas formas de las pinturas de Stella estructuraban las imágenes deductivamente, internamente, sin necesidad de una imagen encontrada, como en el caso de las banderas de Johns.
Esta pintura de la colección Thyssen-Bornemisza fue realizada en 1966, cuando el lenguaje abstracto de Stella se acercaba a la experimentación minimalista. En términos formales, el esquema de la composición es muy simple, contiene una serie de cuadrados concéntricos que cubren toda la superficie del lienzo, los cuales, a través de los cambios de color en cada uno de los lados, forman un movimiento en espiral que podría extenderse fuera de los límites del cuadro. Stella sustituye los exagerados gestos de los expresionistas abstractos por una estudiada red geométrica de líneas paralelas que tienen una cierta simetría. Sin embargo, el carácter metódico de su pintura no responde a unos principios geométricos estrictos sino a una geometría intuitiva con el propósito de que la obra pueda ser captada en una única mirada con la intención de emocionar: «Las cualidades universales de la pintura —declaraba— siempre serán visuales o emocionales y para que una obra sea buena —por no decir grandiosa— tiene que ofrecer una experiencia emocional convincente».
Asimismo, Stella quería enfatizar la presencia del cuadro como objeto físico y por tanto consideraba que debía quedar a la vista su elaboración: «Hay dos problemas en la pintura —exponía—.Uno es averiguar qué es la pintura y el otro es averiguar cómo es una pintura». En el presente ejemplo, para recalcar la importancia de la obra como objeto más que como ilusión, emplea una pintura acrílica muy mate. Esta cualidad objetual se subraya aún más con la utilización de un bastidor muy grueso que hace resaltar la obra a los ojos del espectador. En este sentido el artista declaraba: «Mi pintura se basa en el hecho de que sólo lo que puede verse allí, está allí. Es en verdad un objeto».
Paloma Alarcó
Esta pintura de la colección Thyssen-Bornemisza fue realizada en 1966, cuando el lenguaje abstracto de Stella se acercaba a la experimentación minimalista. En términos formales, el esquema de la composición es muy simple, contiene una serie de cuadrados concéntricos que cubren toda la superficie del lienzo, los cuales, a través de los cambios de color en cada uno de los lados, forman un movimiento en espiral que podría extenderse fuera de los límites del cuadro. Stella sustituye los exagerados gestos de los expresionistas abstractos por una estudiada red geométrica de líneas paralelas que tienen una cierta simetría. Sin embargo, el carácter metódico de su pintura no responde a unos principios geométricos estrictos sino a una geometría intuitiva con el propósito de que la obra pueda ser captada en una única mirada con la intención de emocionar: «Las cualidades universales de la pintura —declaraba— siempre serán visuales o emocionales y para que una obra sea buena —por no decir grandiosa— tiene que ofrecer una experiencia emocional convincente».
Asimismo, Stella quería enfatizar la presencia del cuadro como objeto físico y por tanto consideraba que debía quedar a la vista su elaboración: «Hay dos problemas en la pintura —exponía—.Uno es averiguar qué es la pintura y el otro es averiguar cómo es una pintura». En el presente ejemplo, para recalcar la importancia de la obra como objeto más que como ilusión, emplea una pintura acrílica muy mate. Esta cualidad objetual se subraya aún más con la utilización de un bastidor muy grueso que hace resaltar la obra a los ojos del espectador. En este sentido el artista declaraba: «Mi pintura se basa en el hecho de que sólo lo que puede verse allí, está allí. Es en verdad un objeto».
Paloma Alarcó