Florero
Wilhelm Trübner estuvo vinculado a la corriente realista que se desarrolló hacia los años setenta del siglo XIX en Múnich, en torno a la figura de Wilhelm Leibl. Su uso del color y tratamiento de la luz, unidos a su pincelada cada vez más suelta, lo aproximaron más adelante a los impresionistas alemanes. En su producción destacan los retratos, paisajes y naturalezas muertas, entre los que se cuentan austeras representaciones de flores.
Es el caso de este florero realizado durante su etapa muniquesa, entre 1874 y 1896. Sobre una mesa desnuda y un fondo oscuro se yergue un jarrón de cristal de líneas muy sencillas y sobrias, en el que se refleja la luz. En su interior apreciamos los tallos del ramo, que está formado por flores de un intenso color rojo. A los pies del jarrón yacen algunos pétalos, así como un crisantemo blanco y mustio en primer plano. Este tipo de composición y tratamiento de la luz en claroscuro podría inspirarse en la tradición de la pintura holandesa de bodegones que Trübner estudió.
CM
Wilhelm Trübner conocía bien las obras del Romanticismo tardío, pero su evolución artística estuvo vinculada al denominado naturalismo alemán. A pesar de que su sensibilidad para captar los colores y el valor lumínico apropiado para cada zona del cuadro revelan una concepción de la naturaleza a la vez realista y romántica, en su pintura el dibujo carece de la importancia que le concedieron los artistas románticos, y sus composiciones se estructuran con la aplicación directa del color en la superficie del cuadro. Esta preocupación por los valores matéricos de la pintura, por la tonalidad y el claroscuro, junto al interés por la captación de los efectos lumínicos y atmosféricos, son prueba de la influencia del pintor naturalista Wilhelm Leibl, a quien conoció en Múnich en 1871 y de cuyo círculo, el Leibl-Kreis, Trübner formó parte.
Por otra parte, como consecuencia de la influencia de la pintura holandesa del siglo XVII, Trübner se sintió interesado por los temas menores de la pintura que, como leemos en su texto «La comprensión del arte hoy en día», publicado en 1892, cobraban para él una importancia similar a los demás asuntos: «Cualquier motivo es interesante, e incluso lo más insignificante encierra interés suficiente para la pintura; porque cuanto más sencillo sea el objeto, puedo representarlo con un mayor interés y de forma más plena desde una perspectiva pictórica y colorista. Todo depende únicamente de cómo lo represento y no de qué es lo que represento».
Este Florero, que no está fechado, fue pintado en Múnich, donde el artista residió entre 1874 y 1896. Los colores brillantes, de calidades esmaltadas, y el gusto por la materialidad, que podemos observar en esta pintura —y que definen toda su producción—, han sido a menudo relacionados con la herencia del taller de orfebrería en el que creció.
Paloma Alarcó