Paisaje nevado
Twachtman llevaba desde mediados de la década de 1880 pintando el paisaje rural de Connecticut, pues había alquilado una casa cerca de la alquería de J. Alden Weir en Branchville. Eliot Clark cuenta que en el verano de 1889 un pintor de Newport habló con entusiasmo del paisaje de los alrededores de Greenwich: «Twachtman se puso de viaje para explorar la región. Había decidido dejar de pagar alquileres, comprarse una casa y vivir en el sitio que le apeteciera pintar». Al descubrir en una zona de alquerías abandonadas el arroyo Horseneck Brook y la cascada Horseneck Falls, el artista alzó los brazos y, según su hijo, exclamó teatralmente: «¡Esto es lo que buscaba!». En un artículo escrito posteriormente, pocos años después de la muerte del artista, se ratifica que Twachtman se quedó fascinado cuando descubrió el arroyo que «va describiendo curvas y formando charcos, y se deshace en espuma precipitándose en estruendosas cataratas en miniatura» y que inmediatamente buscó a su propietario.
Twachtman arrendó la pequeña alquería que había en la finca; luego, en 1890, compró la casa y poco a poco fue adquiriendo diecisiete acres de tierra de labor en Round Hill Road, cerca de Greenwich. «Su casa y su finca», escribe Lisa Peters, «pasaron a ser, casi exclusivamente, el tema de sus cuadros para el resto de su vida». Las imágenes que ofrece Twachtman del arroyo, las cataratas y la charca de su finca van desde las representaciones más naturalistas hasta composiciones simplificadas y ampliadas, de carácter oriental, en las que a menudo se elimina el cielo. Aunque estas representaciones se parecen a las series de obras en las que Monet pinta sus jardines, vistas a través del ojo analítico del Impresionismo, están más próximas a los paisajes nocturnos del Támesis de Whistler, que son respuestas tonales, espirituales, al paisaje. «Twachtman pintaba el día», observó un crítico contemporáneo, «como Whistler pintaba la noche». Otros cuadros de Horseneck Brook son Finales del invierno, c. 1890-1895, (Washington, DC, Smithsonian American Art Museum); Preso en el hielo, c. 1890-1895, (Chicago, IL, The Art Institute of Chicago); Arroyo helado, 1893, (colección particular); y Arroyo en invierno, c. 1893, (Boston, MA, Museum of Fine Arts).
En Escena de invierno la sensibilidad poética de Twachtman se pone de manifiesto en la delicadeza de este paisaje nevado. «Para Twachtman el invierno», escribe Duncan Phillips, «era la estación mágica, pues entonces encontraba seducciones etéreas en la nieve, con las delicadas tracerías de los árboles, la prismática luz del sol, los velos de sombra y la mística atmósfera nacarada», mientras que Thomas Dewing opina que la minuciosa observación que se detecta en los paisajes nevados de Twachtman «es como una página de los cuadernos de notas de Thoreau». El artista se sentía más cerca de la naturaleza cuando vivía aislado en su alquería de Connecticut y se daba cuenta de lo necesario que era «vivir siempre en el campo, en todas las estaciones del año. Tenemos que tener nieve, y mucha. Nunca está tan bonita la naturaleza como cuando está nevando. Se ve todo tan sereno y parece como si la tierra entera se envolviera en un manto. Esa sensación de paz y de que toda la naturaleza se va sumiendo en el silencio». En Escena de invierno Twachtman ha sabido captar perfectamente la belleza fugaz y cristalina de un sinuoso riachuelo que discurre por un paisaje nevado en el que unas cuantas pinceladas cálidas hacen referencia al otoño anterior.
Kenneth W. Maddox