Retrato de un hombre
De la formación de Bartolomeo Veneto se desconoce casi todo salvo que trabajó en Lombardía y en el Véneto. Su vida, de la que quedan grandes lagunas por completar, se ha reconstruido a través de su obra y de las inscripciones que dejó en varios de sus trabajos. Así, en uno de sus cuadros religiosos, firmó con el sugestivo epígrafe de «Bartolomeo mitad veneciano, mitad cremonés», lo que ha llevado a pensar en un posible origen cremonés. El pintor pasó por Ferrara, donde estuvo entre 1505 y 1508, probablemente visitó Padua en 1512, y desde 1520 está documentado en Milán. En su producción encontramos pintura religiosa, especialmente representaciones de la Virgen con el Niño, como la conservada en la Accademia Carrara de Bérgamo, en la que se dan cita reminiscencias del arte de los Bellini, que también se detectan en el primer grupo de obras que tiene asignadas y en el que se incluyen temas tratados de forma similar a los de esta familia veneciana, como es el caso de la Circuncisión del Musée du Louvre en París. Sin embargo, Bartolomeo Veneto destacó por sus retratos, género al que se dedicó con más intensidad a lo largo de su carrera. En estos retratos, de gran realismo, el pintor suele utilizar como fondo pesados cortinajes de terciopelo que cubren el último plano quebrándose en numerosos pliegues, pero deja, a veces, un ángulo libre por donde el espectador se asoma a un paisaje.
Retrato de un hombre fue atribuido a Bartolomeo por Venturi, que lo catalogó en una fase tardía en la producción del artista. Esta atribución fue recogida, entre otros historiadores, por Berenson, Hendy y Heinemann, que dataron la obra en torno a 1525-1530, aunque D´Achiardi la fechó hacia 1520. Laura Pagnotta, en su monografía del artista, mantiene una datación hacia 1530 y la incluye dentro de las pinturas de atribución incierta. El óleo se dio a conocer en Alemania en dos exposiciones: una, celebrada en 1901 en Múnich, y la otra, en Düsseldorf, en 1929.
Bartolomeo nos presenta a un personaje cuya silueta se recorta sobre un fondo azul, con bandas horizontales blanquecinas, que pueden identificarse como un celaje. De esta figura, que posa de pie, llama la atención tanto el lujoso vestuario, lleno de detalles, como el gesto de sus manos y el colorido elegido, capaz de traducir con pocos tonos los numerosos matices de su vestimenta. En esta imagen se recogen notas características de los retratos de Bartolomeo, como son el cuidado que pone en los trajes, la delicadeza y refinamiento en la trasposición de todos los accesorios y complementos que forman parte de él, el realismo del rostro, así como el gráfico dibujo que se detecta en partes tan significativas como las manos. En este caso, el distinguido caballero sostiene con gran exquisitez un delgado palillo de oro, mientras los dedos de la otra mano descansan en un fino cinturón que sujeta su generoso abrigo. La gama cromática que predomina en este hombre tan refinado es la de los castaños, oscuros como los de su pelliza y sombrero, y los claros como los del cuello de piel y la barba rizada que cubre el rostro del caballero; esta tonalidad se extiende a las mangas y a otros detalles de su indumentaria, y contribuye a la unificación. La pintura perteneció a la colección del barón Heinrich von Tucher.
Mar Borobia