El descanso
Entre los temas que Jean-Antoine Watteau trató en su carrera, además de las fiestas galantes, se encuentran las escenas ambientadas en el mundo militar. El interés de Watteau por la vida de los soldados se sitúa al inicio de su actividad profesional y fueron precisamente dos pinturas con este asunto las que consiguió vender a su primer marchante. En 1709 Watteau optó al concurso de la Academia con esta temática; sin embargo, no obtuvo el primer premio, el viaje a Roma, aunque logró un honroso segundo lugar. La decepción que supuso este contratiempo le hizo regresar momentáneamente a su ciudad natal, zona que en esos momentos vivía una situación política difícil pero que impulsó y vitalizó la temática en su repertorio entre 1709 y 1710. En ese periodo, Luis XIV estaba en campaña en el norte del país y Valenciennes era una de las ciudades afectadas por el conflicto. En la contienda, el duque de Marlborough había obtenido las victorias en las batallas de Oudenarde en julio de 1708 y de Malplaquet en septiembre de 1709, y había derrotado al mariscal francés Villars. Este ambiente fue el que Watteau encontró al regresar a su ciudad natal y que, a juzgar por los ejemplos que conocemos, sirvió de aliciente artístico al joven pintor, que tuvo ocasión de tomar apuntes del natural para elaborar con ellos nuevas composiciones. Sin embargo, en estas escenas Watteau no está interesado en mostrar aspectos directos de la lucha o de la confrontación, sino el día a día de las milicias fuera del campo de batalla. Así, entre los temas por los que se interesó se encuentran los desfiles, las acampadas, las marchas y los momentos de descanso o de ocio; es decir, la vida del soldado fuera del combate.
Esta tela, que fue proyectada en formato oval, perteneció a uno de los biógrafos de Watteau, Jean de Jullienne, en cuya colección estaba en 1729. De allí pasó a ser propiedad del príncipe Conti, también en París, y tras su venta en 1787 el lienzo apareció en Gran Bretaña. En el Reino Unido se registró entre los bienes del conde de Egremont y de lord Leconfield; años más tarde está en Estados Unidos, en la casa Duveen. La pintura finalmente fue adquirida para la colección Thyssen-Bornemisza en 1975. La tela estuvo emparejada con otra titulada El desfile, obra desaparecida que se conoce por grabados.
El descanso recoge en esencia el espíritu que Watteau inculcó a estas sencillas composiciones. El ambiente militar queda relegado a los últimos términos, a la derecha, con las carretas para el avituallamiento y un gran puchero al fuego. Los soldados descansan en torno a dos grandes árboles que dividen el espacio y se colocan en pequeños grupos con los que se articulan los primeros planos. Es aquí donde el artista ha instalado, en medio de un campamento provisional, a dos damas, ricamente ataviadas, una de las cuales, en un gesto de coquetería, se sube con discreción las ropas para no ensuciarse el bajo de su traje con el barro. Las mujeres, distantes a lo que sucede a su alrededor, parece que entablan conversación bajo la mirada curiosa de una pareja de soldados, uno de ellos herido en la cabeza y en el brazo. Watteau también añade otras dos figuras más, ajenas al mundo militar: una joven madre y su hijo, que también aprovechan el entorno arbolado para hacer un alto y descansar.
Como es habitual en la obra de Watteau, se conocen varios dibujos en conexión con los personajes de este descanso. Entre ellos citamos el del Musée Carnavalet de París, que sirvió para elaborar la dama vestida de amarillo, y el del Nationalmuseum de Estocolmo, que reproduce a la mujer joven en el centro.
Mar Borobia