Entre 1913 y 1915, Max Weber, un judío ruso emigrado a América y formado artísticamente en París entre 1905 y 1910 a la sombra de Picasso y de Matisse, realizó varios lienzos de temática urbana en los que intentaba transmitir la aceleración de la ciudad moderna en que se había convertido Nueva York. Entre ellos se encuentra Estación terminal «Grand Central», del Museo Thyssen-Bornemisza, dedicado a esta céntrica estación de tren inaugurada en 1912. En estas obras, muchas de las cuales se presentaron en la exposición celebrada en la Montross Gallery de Nueva York, Weber compagina influencias recibidas del cubismo y del futurismo. Mientras que del cubismo adopta la fragmentación y la paleta apagada, del futurismo le interesa especialmente la representación del dinamismo de la ciudad. Como en Hora punta, Nueva York, del mismo año, el pintor quiere reflejar plásticamente las sensaciones de velocidad y ruido a través de la marea humana, propia de la hora punta, y crea de forma simultánea movimientos de ida y vuelta, que simulan los trenes y los viajeros entrando y saliendo de la estación, para dejar constancia de la actividad frenética de la ciudad.
Dominic Ricciotti apunta que, aunque formalmente muy distintas, Grand Central guarda similitudes temáticas con la obra de Severini Metro Norte-Sur, de 1912, que representa una bulliciosa estación de metro parisiense. Si bien en Estación terminal «Grand Central» se distinguen ciertos elementos representativos, como la triple arcada de la fachada de la estación, la silueta de algunos rascacielos que aparecen en la zona inferior de la composición o la figura humana que se adivina en la parte superior, su abstracción es mucho más acusada que la del futurista italiano.
La cacofonía de las imágenes difiere significativamente de la estructuración del cubismo clásico. Su repetición dinámica, que se ha relacionado en ocasiones con la imagen que se recibe desde un coche en marcha, se corresponde también con las preocupaciones teóricas de Weber sobre el tiempo y la acción dinámica en el arte. «En las artes plásticas hay una cuarta dimensión —escribía en 1910— que podría ser descrita como la concienciación de un sentido amplio e intenso de la magnitud del espacio en varias direcciones a la vez, y que se crea a través de las tres medidas conocidas». En su más ambicioso ensayo teórico publicado en 1916, Essays on Art, Weber presta una especial atención a conceptos como espacio, tiempo o memoria, que eran comunes tanto con el futurismo como con las ideas de Henri Bergson, que comenzaba a ser traducido en Estados Unidos. Tampoco se debe olvidar que, tal y como sugiere Gail Levin, Weber se encontraba entonces bajo el impacto que le había producido la contemplación del Desnudo bajando una escalera de Marcel Duchamp, en el Armory Show de 1913. A todas estas influencias, Maria Grazia Messina y Maria Mimita Lamberti añaden la de los vorticistas ingleses, que Weber conoció a través de su amigo el fotógrafo Alvin Langdon Coburn.
Paloma Alarcó