Edgar Degas
París, 1834-1917
Primogénito de una adinerada familia parisiense, Degas abandonó tempranamente los estudios de Derecho en la Sorbona para dedicarse a la pintura. En 1855 entró en el taller de Louis Lamothe, discípulo de Ingres, donde adquirió una sólida formación académica. De 1856 a 1859 viajó por Italia copiando a los maestros renacentistas y, a su regreso, residió ya para siempre en París, donde se dedicó a representar en sus obras un amplio repertorio de temas de la vida de la ciudad moderna en que se había convertido la capital francesa.
Aunque vinculado al grupo de los impresionistas, con los que expuso en siete de sus ocho exposiciones, Degas fue en cierto modo un antiimpresionista. Se veía a sí mismo como un pintor realista o naturalista, y su veneración por el dibujo acabado de Ingres marcó toda su producción. Por otra parte, se centró principalmente en el estudio del cuerpo humano y nunca estuvo interesado, como lo estuvieron los impresionistas, ni en la pintura de paisaje al aire libre ni en captar las condiciones atmosféricas cambiantes. Compartía, sin embargo, con ellos la influencia de la nueva técnica de la fotografía y de los recién descubiertos grabados japoneses, así como el interés por la captación del movimiento. Las variaciones sobre un mismo tema, como las bailarinas, que repitió tanto en pintura como en escultura, son una muestra de esa obsesión por observar y reproducir el ritmo y las posturas de personas y animales. Como a los impresionistas, a Degas le interesó especialmente la realidad de la vida urbana de su entorno; así la ópera, el teatro, el café-concierto o las carreras de caballos fueron temas constantes en su obra. Ahora bien, el artista aportó una original invención compositiva e iconográfica que otorgó a su pintura una nueva visión del mundo más profana. Eliminó el encuadre tradicional y lo sustituyó por una composición descentrada, dominada por las nuevas leyes de la instantaneidad.
A pesar de que Degas fue un verdadero virtuoso en todas las técnicas artísticas, a partir de 1870 comenzó a utilizar principalmente el pastel, en el que destacó como un verdadero maestro. Esta técnica, tan de moda durante el siglo XVIII, había caído en desuso hasta que fue recuperada por los impresionistas. A Degas le abrió infinidad de nuevas posibilidades y le permitió agudizar la representación del movimiento y la fugacidad de sus escenas.
Aunque vinculado al grupo de los impresionistas, con los que expuso en siete de sus ocho exposiciones, Degas fue en cierto modo un antiimpresionista. Se veía a sí mismo como un pintor realista o naturalista, y su veneración por el dibujo acabado de Ingres marcó toda su producción. Por otra parte, se centró principalmente en el estudio del cuerpo humano y nunca estuvo interesado, como lo estuvieron los impresionistas, ni en la pintura de paisaje al aire libre ni en captar las condiciones atmosféricas cambiantes. Compartía, sin embargo, con ellos la influencia de la nueva técnica de la fotografía y de los recién descubiertos grabados japoneses, así como el interés por la captación del movimiento. Las variaciones sobre un mismo tema, como las bailarinas, que repitió tanto en pintura como en escultura, son una muestra de esa obsesión por observar y reproducir el ritmo y las posturas de personas y animales. Como a los impresionistas, a Degas le interesó especialmente la realidad de la vida urbana de su entorno; así la ópera, el teatro, el café-concierto o las carreras de caballos fueron temas constantes en su obra. Ahora bien, el artista aportó una original invención compositiva e iconográfica que otorgó a su pintura una nueva visión del mundo más profana. Eliminó el encuadre tradicional y lo sustituyó por una composición descentrada, dominada por las nuevas leyes de la instantaneidad.
A pesar de que Degas fue un verdadero virtuoso en todas las técnicas artísticas, a partir de 1870 comenzó a utilizar principalmente el pastel, en el que destacó como un verdadero maestro. Esta técnica, tan de moda durante el siglo XVIII, había caído en desuso hasta que fue recuperada por los impresionistas. A Degas le abrió infinidad de nuevas posibilidades y le permitió agudizar la representación del movimiento y la fugacidad de sus escenas.