Andrea di Marco della Robbia, nacido y educado en Florencia, aprendió el arte de tallar la piedra en el taller de su tío Luca. En la década de 1470, se fue poniendo de manifiesto el talento de Andrea, que poco a poco adquirió un estilo personal propio como escultor. Por aquellos años el artista asumió también la gestión del taller de la familia. A pesar de su formación artística, las creaciones de Andrea difieren notablemente de las obras simbólicas de Luca, pues al primero le interesaba más un estilo particular de lenguaje narrativo. Además de un gran número de retablos para distintas catedrales toscanas, a Andrea della Robbia le hicieron encargos desde todos los puntos de la península italiana, entre otros Venecia, Génova, Umbría y Calabria. El estilo de madurez de Andrea se caracteriza por un intenso naturalismo que le lleva a subrayar los efectos pictóricos de los relieves de sus esculturas (por ejemplo, utilizando un vidriado brillante más grueso) con el objeto de encontrar una fórmula que sintetice los valores escultóricos y pictóricos. A finales del siglo XV Andrea se vio obligado a contratar a más ayudantes, entre los cuales se contaban cinco de sus doce hijos, pues en el taller no se daba abasto a ejecutar el impresionante número de encargos. Dicha medida estratégica tuvo como resultado el incremento de la producción y, por lo tanto, de los ingresos económicos. Entre las creaciones más famosas del artista cabe citar la serie de retablos para los franciscanos de Asís; sobresale la estatua de San Francisco para Santa Maria degli Angeli y las terracotas vidriadas para la Chiesa Maggiore y la Chiesa della Stimmate, que formaban parte del convento de La Verna. Entre otros notables ejemplos, citaremos el grupo de tondos que decoran la logia del Ospedale degli Innocenti de Florencia, que representan una serie de putti animando a los florentinos más ricos a que ejerzan la caridad, y las decoraciones de Santa Maria delle Carceri en Prato.

Dominique Lora

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