Alberto Giacometti
Borgonovo, 1901-Chur, 1966
Las pinturas y, en especial, las esculturas del artista suizo Alberto Giacometti fueron la traducción plástica de la crisis existencialista que aquejó a la sociedad occidental tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Giacometti creció en una familia de artistas. Su padre, Giovanni, era un pintor neoimpresionista y su padrino era Cuno Amiet. Entre 1919 y 1920 estudió pintura en la École des Beaux-Arts y escultura y dibujo en la École des Arts et Métiers de Ginebra. En 1920 viajó con su padre a Italia y se sintió enormemente impresionado por Giotto y Tintoretto, el arte egipcio y africano, así como por la obra de Alexander Archipenko y de Paul Cézanne, que pudo contemplar en la Biennale de Venecia.
En 1922 Giacometti se trasladó a París y desde 1927, año en que su hermano Diego se unió a él para convertirse en su asistente, trabajó en el taller de la rue Hipolyte-Maindron en Montparnasse. En 1929 la Galerie Jeanne Bucher expuso dos esculturas de su serie Plaques que llamaron poderosamente la atención en el mundo artístico parisiense, y en especial en el círculo surrealista, al que permaneció ligado hasta 1934. Durante esta etapa Giacometti experimentó con todo tipo de materiales y se convirtió en el más innovador de todos los escultores surrealistas.
En 1935 entró en un periodo de crisis creativa, que abarcó prácticamente una década, durante la que volvió al trabajo con modelo, al que sometía a largas sesiones de pose. Este método de trabajo, que había abandonado durante su etapa surrealista, tuvo como resultado unas esculturas que redujo a la mínima expresión y que fueron el germen de toda su producción posterior. En 1945, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, sus largas y delgadas figuras fueron percibidas como la metáfora apropiada del hombre que emergía de las secuelas de la guerra, según la interpretación de Jean-Paul Sartre, amigo de Giacometti desde su encuentro durante su exilio en Ginebra en 1943. Por otro lado, tras una pausa de veinte años, Giacometti retomó la pintura y el dibujo de manera regular, en un estilo abocetado con el que aislaba a las figuras.
En 1948 la Pierre Matisse Gallery de Nueva York expuso por primera vez su obra y en 1951 lo hizo la Galerie Maeght de París. Desde entonces las retrospectivas se sucedieron y en 1965 recibió el Grand Prix National des Arts del Gobierno francés.
En 1922 Giacometti se trasladó a París y desde 1927, año en que su hermano Diego se unió a él para convertirse en su asistente, trabajó en el taller de la rue Hipolyte-Maindron en Montparnasse. En 1929 la Galerie Jeanne Bucher expuso dos esculturas de su serie Plaques que llamaron poderosamente la atención en el mundo artístico parisiense, y en especial en el círculo surrealista, al que permaneció ligado hasta 1934. Durante esta etapa Giacometti experimentó con todo tipo de materiales y se convirtió en el más innovador de todos los escultores surrealistas.
En 1935 entró en un periodo de crisis creativa, que abarcó prácticamente una década, durante la que volvió al trabajo con modelo, al que sometía a largas sesiones de pose. Este método de trabajo, que había abandonado durante su etapa surrealista, tuvo como resultado unas esculturas que redujo a la mínima expresión y que fueron el germen de toda su producción posterior. En 1945, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, sus largas y delgadas figuras fueron percibidas como la metáfora apropiada del hombre que emergía de las secuelas de la guerra, según la interpretación de Jean-Paul Sartre, amigo de Giacometti desde su encuentro durante su exilio en Ginebra en 1943. Por otro lado, tras una pausa de veinte años, Giacometti retomó la pintura y el dibujo de manera regular, en un estilo abocetado con el que aislaba a las figuras.
En 1948 la Pierre Matisse Gallery de Nueva York expuso por primera vez su obra y en 1951 lo hizo la Galerie Maeght de París. Desde entonces las retrospectivas se sucedieron y en 1965 recibió el Grand Prix National des Arts del Gobierno francés.