Frans Hals está considerado como uno de los grandes innovadores del retrato. Sobre su formación se tienen pocas noticias, aunque el biógrafo holandés Arnold Houbraken le dedicó su atención, transmitiéndonos una información poco exacta sobre el artista que, según esta fuente, tenía una personalidad conflictiva. La familia de Hals se trasladó a Holanda entre 1585 y 1586, posiblemente tras la toma de Amberes por las tropas españolas. Se ha citado a Karel van Mander como su maestro, aunque las primeras obras que conocemos de Hals tienen pocos puntos en común con las de Van Mander. Frans Hals cultivó también en los primeros años de su carrera el cuadro de género compuesto con una sola figura, modelos que adquieren por sus características el rango de retratos.

Desde 1610 está documentado como maestro en Haarlem, un año más tarde realizó su primera obra fechada conservada, Retrato de Jacobus Zaffius (Haarlem, Frans Hals Museum), y en 1616 el primero de sus retratos de grupo, El banquete de los oficiales de la Guardia Cívica de San Jorge (Haarlem, Frans Hals Museum), guardia de la que él mismo fue mosquetero. Ocupó un puesto de responsabilidad en el gremio de pintores de San Lucas, fue miembro de la iglesia Reformada y perteneció a la Wijngaertranken, una cámara de retóricos, cuyos miembros componían poesías y organizaban recitales y debates literarios. Se casó en dos ocasiones, y cuatro de sus hijos, junto con su hermano Dirck, colaboraron en su taller. Entre 1620 y 1630 se registra su etapa de mayor esplendor, en la que retrata a la clase acomodada de Haarlem así como a comerciantes y eruditos. Sus obras se caracterizan por su gran vitalidad y espontaneidad, que conseguía gracias a unas pinceladas amplias y sueltas y a la aplicación del color directamente en el lienzo. Desde 1640 sus encargos comenzaron a disminuir notablemente, debido probablemente a un cambio de moda entre las clases adineradas, que comenzaron a solicitar un tipo de retrato más cuidado y minucioso. Cargado de deudas, que se agudizaron con la crisis de 1650, recibió durante los últimos años de su vida una pensión municipal. Murió en Haarlem, en 1666. Su figura fue revalorizada por los pintores franceses de la segunda mitad del siglo XIX, que admiraron su naturalidad.

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