Henri Matisse
Le Cateau-Cambrésis, 1869-Niza, 1954
Considerado el máximo representante del fauvismo, Henri Matisse destacó a lo largo de su vida en pintura, escultura, arte gráfico y collage, pasando a la historia como una de las grandes figuras del arte del siglo XX. Tras licenciarse en Derecho en París, trabajó como abogado en un bufete, actividad que abandonó en 1889 para estudiar arte con el pintor Bouguereau en la Académie Julian. Desde 1893 se formó junto al pintor simbolista Gustave Moreau en la École des Beaux-Arts, para pasar a ser miembro de su taller en 1895. Sus primeras obras dejan entrever, además de la influencia de Moreau y de los maestros que había copiado en el Musée du Louvre, una cierta cercanía con el impresionismo.
Sin embargo, con el cambio de siglo, mientras trabajaba en el taller de Carrière, entró en contacto con André Derain y, a través de él, con Maurice Vlaminck. Su lenguaje evolucionó, influido por pintores postimpresionistas, como Paul Signac, Paul Cézanne, Paul Gauguin y Vincent van Gogh, hacia una nueva expresión subjetiva de la realidad basada en una concepción del color, liberado de cualquier tipo de función descriptiva. Los tres expusieron en el Salon d’Automne de 1905, donde el crítico Louis Vauxcelles les denominó fauves (salvajes), nombre con el que a partir de entonces se conocería al grupo. La utilización del color muy contrastado y la influencia de la escultura africana son característicos de estos años. A partir de la década de 1920 se impone en su obra una serena sensualidad y una mirada a la tradición en la que lo ornamental va cobrando una mayor presencia. Su credo artístico, que se diversificó en las múltiples técnicas como escultura, litografía, cerámica o pintura, fue resumido en su escrito Notes d’un peintre, de 1908.
La fama de Matisse fue creciendo desde finales de la primera década del siglo, así como el interés de coleccionistas y marchantes, entre los que hay que destacar a los hermanos Leo y Gertrude Stein, así como a los rusos Morosov y Shchukin, para quien realizó entre 1909 y 1910 los paneles de La Danza y La Música (San Petersburgo, Museo del Ermitage).
Desde los años veinte vivió entre París y Niza, y a partir de 1943 en Saint-Paul de Vence, en donde realizó la decoración de la capilla del Rosario (1948-1951), una de sus obras de encargo más importantes. Una grave enfermedad lo dejó prácticamente paralítico en 1941, lo que no interrumpió su actividad, sino que lo llevó a intensificar sus trabajos en papel, especialmente los papiers decoupés, que destacan por la modernidad de sus esquemas caligráficos y la pureza del color. En 1952 se inauguró el Museo Matisse en su pueblo natal, Le Cateau-Cambrésis.
Sin embargo, con el cambio de siglo, mientras trabajaba en el taller de Carrière, entró en contacto con André Derain y, a través de él, con Maurice Vlaminck. Su lenguaje evolucionó, influido por pintores postimpresionistas, como Paul Signac, Paul Cézanne, Paul Gauguin y Vincent van Gogh, hacia una nueva expresión subjetiva de la realidad basada en una concepción del color, liberado de cualquier tipo de función descriptiva. Los tres expusieron en el Salon d’Automne de 1905, donde el crítico Louis Vauxcelles les denominó fauves (salvajes), nombre con el que a partir de entonces se conocería al grupo. La utilización del color muy contrastado y la influencia de la escultura africana son característicos de estos años. A partir de la década de 1920 se impone en su obra una serena sensualidad y una mirada a la tradición en la que lo ornamental va cobrando una mayor presencia. Su credo artístico, que se diversificó en las múltiples técnicas como escultura, litografía, cerámica o pintura, fue resumido en su escrito Notes d’un peintre, de 1908.
La fama de Matisse fue creciendo desde finales de la primera década del siglo, así como el interés de coleccionistas y marchantes, entre los que hay que destacar a los hermanos Leo y Gertrude Stein, así como a los rusos Morosov y Shchukin, para quien realizó entre 1909 y 1910 los paneles de La Danza y La Música (San Petersburgo, Museo del Ermitage).
Desde los años veinte vivió entre París y Niza, y a partir de 1943 en Saint-Paul de Vence, en donde realizó la decoración de la capilla del Rosario (1948-1951), una de sus obras de encargo más importantes. Una grave enfermedad lo dejó prácticamente paralítico en 1941, lo que no interrumpió su actividad, sino que lo llevó a intensificar sus trabajos en papel, especialmente los papiers decoupés, que destacan por la modernidad de sus esquemas caligráficos y la pureza del color. En 1952 se inauguró el Museo Matisse en su pueblo natal, Le Cateau-Cambrésis.