Pintor, grabador y dibujante que desarrolló toda su carrera en Nápoles, José de Ribera era hijo de un zapatero. Se desconoce casi todo sobre su formación en España, aunque resulta posible, como la crítica ha apuntado, que tuviera algún contacto con Francisco Ribalta. Sobre la ruta que tomó hacia Italia o lugares que pudo visitar el pintor antes de su documentada presencia en Parma tampoco se dispone de datos fidedignos, reconstruyéndose estos periodos a base de hipótesis. En 1611 se registra una estancia en Parma atestiguada por el pago de un lienzo que representaba a San Martín partiendo su capa con un mendigo, conocido hoy sólo por copias, para la iglesia de San Próspero. Entre 1613 y 1616 el pintor está documentado en Roma, siendo mencionado en 1613 en un documento de la Accademia di San Luca. Ribera, según el testimonio contemporáneo de Giulio Mancini, médico pontificio, llevó en Roma una vida desordenada y licenciosa, viéndose obligado a huir por sus deudas. A mediados de 1616 se trasladó a Nápoles, donde contrajo matrimonio con Caterina Azzolino, hija de un pintor siciliano, y donde murió en 1652. En Nápoles Ribera adquirió gran prestigio, trabajando para una amplia y variada clientela, donde había comerciantes, nobles, tanto italianos como españoles, e incluso los propios virreyes, caso del conde de Monterrey, para quién realizó una de sus obras maestras, la Inmaculada Concepción para el convento de las agustinas de Salamanca. La segunda mitad de la década de 1630 está considerada su etapa más creativa y de mayor producción, fechándose en estos años un buen número de sus mejores telas. Las siguientes décadas de su vida estuvieron marcadas por una larga enfermedad, que le obligó a mantenerse inactivo durante algunos periodos de tiempo, haciendo frente a los pedidos gracias a un gran y bien organizado taller. La presencia de cuadros de Ribera en las colecciones españolas se empieza a detectar en los años treinta. Entre los discípulos que pasaron por su taller se cuentan Luca Giordano y Aniello Falcone. Su estilo se dejaría sentir en la pintura napolitana de la siguiente generación y en España, cuyos artistas conocieron su obra a través de su numerosa producción.

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