Las tentaciones de san Antonio
Jan Wellens de Cock fue un pintor flamenco, cuya actividad se centró en el siglo XVI. Estuvo vinculado al grupo de los manieristas de Amberes, al que también pertenecía -entre otros- Jan de Beer. En esta tabla Cock representa a san Antonio durante su retiro al desierto, dónde fue tentado por el demonio. San Antonio se nos presenta arrodillado en posición orante y vestido con el hábito de monje. A su derecha se sitúa un grupo de mujeres desnudas, que destacan por su luminosidad y que encarnan las tentaciones exhibiéndose ante el hombre con un fino velo, que deja entrever sus cuerpos. Aunque esta escena hace alusión a la castidad de san Antonio no está exenta de obvias connotaciones eróticas. El paisaje donde se inscribe la historia, nos remite a un mundo fantástico con animales irreconocibles, que acechan al santo y que remiten a las pinturas de El Bosco.
La tabla con Las tentaciones de san Antonio forma parte de la colección Thyssen-Bornemisza desde 1928. El único propietario de la pintura que se conoce por el momento fue Hans Wendland, en cuya colección en Basilea estuvo en 1925, pasando de allí al comercio de arte holandés, a la galería Goudstikker, donde fue adquirida para la colección Rohoncz. La obra ha estado adscrita a Cock desde el catálogo de la exposición de la Neue Pinakothek de Múnich en 1930, y fue incluida en un estudio del artista hecho por Jan G. van Gelder en 1927, cuando pertenecía al marchante holandés, y en el que se reseñó como uno de los trabajos inéditos de este problemático artista.
San Antonio abad fue un santo popular durante la Edad Media, cuya historia difundió, entre otros autores, Santiago de la Vorágine en La leyenda dorada. Pero además de las fuentes literarias, el santo fue venerado popularmente por sus poderes sanadores, que estaban vinculados a enfermedades contagiosas, como la lepra, la peste, la sífilis o el llamado mal de los ardientes. San Antonio nació en Egipto y, como cuenta La leyenda dorada, vendió sus bienes, repartió el dinero de las ganancias entre los pobres y se retiró al desierto para llevar una vida eremítica que el demonio tentó. A san Antonio abad se le suele representar como un anciano, vestido con un sayal con su capucha, con una cruz en forma de tau y, entre otros atributos, puede llevar un rosario, como es el caso de esta tabla, un cerdo o una esquila. La orden hospitalaria de los antoninos, fundada en el siglo xi, fue una de las grandes difusoras de su culto. San Antonio, a lo largo de su vida ascética en el desierto, fue tentado y atormentado por el demonio, siendo este uno de los episodios con más éxito dentro de su iconografía, el que Cock ha elegido para esta pintura. En esta ocasión, Lucifer pone a prueba al santo con uno de los siete pecado capitales: la lujuria. En la tabla, no sólo se vale de una mujer, sino de varias, que se presentan ante san Antonio cubiertas con ligeros velos. El tema, además de las connotaciones religiosas relacionadas con la castidad, contiene claras alusiones eróticas y sensuales, que sin duda también contribuyeron a la difusión del episodio.
Cock, como en otras representaciones que se le atribuyen, concede gran importancia al paisaje donde ha insertado sus personajes. Aquí, a la izquierda, de rodillas y encorvado, con su sayal y el rosario entre las manos, encontramos a un san Antonio que ora con intensidad y devoción ante un crucifijo para vencer el mal que, en forma femenina, aparece ante él. La mujer que encabeza el grupo porta un cetro, mientras en la otra mano presenta un rico objeto. Tanto esta muchacha como las que completan la comitiva se adornan con llamativas joyas que lucen en sus cabezas y cuellos. En el paisaje se da cita un mundo fantástico de animales híbridos que rodean y acechan a san Antonio, como el que se apoya en el tronco central, y que nos remiten al universo del Bosco. Los tonos terrosos y grises que predominan en el conjunto atemperan las cálidas carnaciones del grupo de desnudos, con los que Cock cierra la composición a la derecha, pero cuyo colorido hace sobresalir más sus volúmenes en la pintura.
Mar Borobia