Ala izquierda
Miniatura

Estas dos pinturas contienen una simbología compleja extraída de textos religiosos, y tal vez fueron encargadas por un cliente para meditar sobre la maternidad virginal de María y la Redención. En la tabla de la izquierda aparecen la Virgen y el Niño dentro de un jardín circular cercado, que se relaciona con el Hortus Conclusus del Cantar de los Cantares. Asimismo, se encuentran rodeados de imágenes simbólicas extraídas del Antiguo Testamento que hacen referencia a la pureza de María, como la zarza que arde sin consumirse o la puerta cerrada de la visión de Ezequiel, que alude al Speculum sine macula. El panel derecho es más complicado en su iconografía, y en él, Cristo aún vivo, se inclina hacía su derecha donde se representa la nueva Iglesia odeado de símbolos que aluden a su Redención.

 

Esta pareja de tablas tal vez formó parte de un conjunto más complejo del que no conocemos más imágenes. Ambas pinturas, por su simbología, constituyen, dentro de la colección del Museo, uno de los ejemplos más ricos, pues en su pequeña superficie se reproduce un buen número de símbolos de lectura compleja. En la tabla de la izquierda el artista anónimo ha ensalzado la maternidad virginal de María y en la de la derecha la Redención de Cristo.

En el ala izquierda, la Virgen y el Niño aparecen rodeados de una serie de atributos extraídos del Antiguo Testamento con los que se subraya la virginidad de María antes, durante y después del parto, y que, desde el siglo XIII, se pueden encontrar en otros campos artísticos como el de la escultura. En esta tabla, la Madre y el Niño aparecen sentados en un esquemático jardín circular, cerrado con una pequeña valla de maderos y con una puerta. Este jardín cercado es el Hortus Conclusus del Cantar de los Cantares, y la fuente que aparece a la derecha es el pozo de aguas vivas que se menciona en el mismo texto. Al lado de la pequeña puerta del jardín se coloca una inmensa rosa abierta que alude a la Virgen como rosa sin espinas. Fuera del recinto ajardinado encontramos otros símbolos alusivos a su virginidad. Es el caso de la zarza que arde sin consumirse en la que se ha colocado, siguiendo el relato bíblico, la cabeza de Dios Padre, y que encontramos a la derecha de la tabla. Encima de ella está la vara de Aarón florecida en el tabernáculo, junto con el Arca de la Alianza a la izquierda. La última referencia sobre el fondo de oro, superficie que por sus características se relaciona con el Speculum sine macula, es la puerta cerrada de la visión de Ezequiel. María, además del nimbo donde se lee «Lauda. Maria», lleva una corona de perlas como reina del cielo.

La pintura de la derecha, en la que se resalta el papel de Cristo como Redentor, resulta todavía más compleja en su concepción iconográfica. En ella, un Cristo vivo, que todavía sangra por sus heridas, inclina su cuerpo hacia la nueva Iglesia que ha nacido con su sacrificio. La cruz, madera muerta, vuelve a la vida con su sangre, y de ella brotan dos ramas. Esta cruz reproduce un modelo conocido como «braquial», que remata en sus cuatro segmentos con brazos. Así, en la zona superior, una mano sostiene una llave que alude a la puerta de la Jerusalén celeste; la inferior, con una maza, golpea a Satanás en los infiernos para indicarnos la victoria de Cristo sobre el demonio; la de la derecha empuña una espada con la que se vence a la antigua religión, mientras la de la izquierda, que bendice, simboliza la nueva fe. El artista, en el lado derecho del Calvario, ha representado la antigua religión, encarnada en la Sinagoga, que se representa con la figura del abatido anciano que lleva los ojos vendados y tiene las piernas y el estandarte rotos, próximo al altar de los sacrificios. La alusión al pecado original se hace con el cráneo, la serpiente y la manzana, asunto sobre el que se vuelve a insistir a través de las imágenes de los primeros padres, cuando Eva presenta una calavera a Adán, encima de la cruz. A la izquierda, la Iglesia triunfante se personifica con la figura de la Virgen, que porta, como la nueva Eva, el cáliz y la banderola; a sus pies encontramos el cordero del Apocalipsis que lleva el libro cerrado con los sellos. Una maqueta que alude a la nueva Iglesia de Cristo y María recibiendo la comunión de un papa son los últimos mensajes inscritos en este lado de la tabla.

La inspiración para este complejo programa iconográfico hay que buscarla en la teología y en fuentes próximas a la literatura religiosa, aunque también pudo ser la respuesta a los deseos de algún cliente que indicó al artista su contenido. En todo caso, cada uno de los símbolos de estas dos pinturas son para el creyente, un motivo de meditación y de profunda reflexión, pues cada uno de ellos expresa conceptos complejos.

Ambas tablas entraron en la colección Thyssen-Bornemisza en 1929 y antes habían pertenecido a varias colecciones privadas en Colonia, Sigmaringen y Múnich.

Mar Borobia

Siglo XVs. XIV y XV - Primitivos germánicosPinturaTabla
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