Retrato de un hombre
Esta obra atribuida a Rogier van der Weyden es un buen ejemplo de su actividad como retratista, género que práctico especialmente en la etapa final de su producción. Sus pinturas guardan características comunes, como los fondos neutros en distintos tonos oscuros y claros a veces, así como la presentación de sus modelos que suele ser de busto. En caso de aparecer las manos en ellos, suelen estar entrelazadas o sujetando algún objeto. Se observa en sus obras dedicadas a este género una cierta idealización, que se correspondería con su canon de belleza y que convive en plena armonía en sus tablas, con las cualidades propias del modelo. El retrato que nos ocupa fue considerado como obra autógrafa de Van der Weyden desde 1898, sin embargo Colin Eisler, apoyado en un estudio técnico realizado en 1979, rectificó su autoría.
NR
Los retratos, dentro del repertorio de Van der Weyden, ocupan un capítulo importante, con buenos ejemplos de donantes, en sus composiciones religiosas, así como cabezas y bustos aislados. Un número significativo de estas imágenes se relaciona con la corte borgoñona y están fechadas en su último periodo de actividad. A este respecto, la excepción es el extraordinario Retrato de una mujer, de la Gemäldegalerie de Berlín, datado en una etapa temprana. Retratos individuales como el de Francesco d’Este, del Metropolitan Museum de Nueva York, el de Antonio, Grand Bâtard de Borgoña, de los Musées Royaux des Beaux-Arts de Bruselas, o el de La joven dama, de la National Gallery of Art de Washington, se inscriben en una franja entre 1455 y la fecha de fallecimiento del artista en 1464. Estos retratos guardan una tipología común, como es el uso de los fondos neutros, claros a veces, en el caso de Francesco d’Este, u oscuros, como en el de las damas de Berlín y Washington. El cliente, en los retratos individuales, suele aparecer de busto y con el rostro de tres cuartos, con los perfiles bien dibujados y con las manos, en caso de que se incluyan, enlazadas o sosteniendo algún objeto. Los rostros están construidos con un dibujo riguroso cuya línea va trazando la fisonomía de las cabezas y simplificando las formas. De ellos se desprende cierta idealización que, según la crítica, responde al canon de belleza de Van der Weyden, aunque también se aprecian, como es lógico, cualidades intrínsecas del modelo.
Esta tabla ha estado considerada una obra autógrafa de Van der Weyden desde que en 1898 se dio a conocer en una exposición en Berlín, cuando formaba parte de la colección de Richard von Kaufmann. Panofsky comentó sobre ella que era «una de sus representaciones más reveladoras» y que «brilla con una humanidad sublime que bordea la santidad». La asignación actual, como obra atribuida a Van der Weyden, se debe al estudio de Colin Eisler, que se apoyó en el examen técnico hecho a la pintura, en 1979 por Périer d’Ieteren, en el Institute Royale du Patrimoine Artistique. Esta opinión, sin embargo, no ha sido aceptada por una serie de historiadores que analizaron este busto tanto antes como después del informe técnico que se realizó.
Wilhelm Stein propuso a Pierre de Bauffremont como modelo para el óleo, dada la similitud que encontró entre él y el dibujo que de este personaje se guarda en el Recueil d’Arras. No obstante, esta identidad no ha sido admitida por la mayoría de la crítica, debido a las diferencias de rasgos que ambos modelos presentan y que son reveladoras en partes tan definitorias como la forma de la nariz y de la boca. También se propuso, a finales del siglo XIX, a Pieter Bladelin, teoría igualmente rechazada.
La tabla, cortada por sus cuatro lados, ha experimentado varias restauraciones a lo largo de su historia, en cuyo transcurso se han retirado repintes y añadidos que afectaban profundamente a la imagen. Con estos antecedentes, podemos pensar que parte de la dureza que desprende el busto se deba precisamente a estas antiguas intervenciones que modificaron desde el formato original hasta determinadas áreas de la capa pictórica.
Mar Borobia