Esta obra atribuida a Rogier van der Weyden es un buen ejemplo de su actividad como retratista, género que práctico especialmente en la etapa final de su producción. Sus pinturas guardan características comunes, como los fondos neutros en distintos tonos oscuros y claros a veces, así como la presentación de sus modelos que suele ser de busto. En caso de aparecer las manos en ellos, suelen estar entrelazadas o sujetando algún objeto. Se observa en sus obras dedicadas a este género una cierta idealización, que se correspondería con su canon de belleza y que convive en plena armonía en sus tablas, con las cualidades propias del modelo. El retrato que nos ocupa fue considerado como obra autógrafa de Van der Weyden desde 1898, sin embargo Colin Eisler, apoyado en un estudio técnico realizado en 1979, rectificó su autoría.

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Siglo XVs. XV - Primitivos neerlandesesPinturaÓleotabla
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