Esta tabla estuvo atribuida, desde su adquisición por el padre del Barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, a Adriaen Isenbrant seguidor de Gerard David, hasta que, en 1989, Colin Eisler publicó un estudio atribuyéndola a un maestro flamenco. Este pintor anónimo reproduce en esta obra una escena muy repetida en la pintura religiosa, el descanso en la huida a Egipto. En el centro de la composición sitúa a la Virgen con el Niño sentados bajo un manzano, en cuya copa hay varios putti que recogen los frutos y juegan con ellos. Esta representación, muy popular en la pintura alemana, tiene su fuente de inspiración en un grabado de Lucas Cranach, el Viejo y en una obra de Martin Schongauer. La escena se completa con san José que aparece en el ángulo inferior izquierdo, en un segundo plano como es habitual. El fondo se construye a base de edificaciones, en las que el artista ha incluido elementos orientales como cubiertas abovedadas y un obelisco. El paisaje nos remite a las pinturas de Joachim Patinir.

El Descanso en la huida a Egipto estuvo desde su adquisición atribuido a Adriaen Isenbrant, seguidor de Gerard David. La pintura figuró con esta autoría desde 1930, año de su presentación en la exposición de Múnich, en la Neue Pinakothek, hasta 1989, fecha de edición del estudio de Colin Eisler. Ebbinge-Wubben, sobre esta tabla, había mencionado la afinidad que la Virgen guardaba con el tipo creado por Gerard David, pero subrayó la divergencia que, sin embargo, existía en la forma de interpretar el paisaje del fondo. Estos últimos planos los comparó con los que aparecen en una pintura de la National Gallery de Londres, y el grupo central con una obra donde se representa el mismo asunto en un paisaje similar en la Alte Pinakothek de Múnich, atribuido a Adriaen Isenbrant.

El artista anónimo del Museo Thyssen-Bornemisza ha colocado, en el centro, sobre un gran sillar rectangular, a una Virgen, con la mirada baja y triste, que nos presenta a Jesús, casi de frente, sentado sobre sus rodillas. A sus pies ha dejado la cesta de mimbre y una calabaza colgada de una pequeña ramita del árbol. San José, como es habitual, aparece desplazado, en este caso a la izquierda, para cuidar al asno que pasta plácidamente. La opción que el pintor ha elegido al instalar a María en lo alto de una pequeña colina le permite desarrollar un amplio paisaje cuyos primeros planos están ocupados por una ciudad, Belén, en la que tiene lugar la matanza de los inocentes. El movimiento y la crueldad de los acontecimientos que se reproducen en pequeñas escenas en las calles y en las plazas contrastan con la quietud y rigidez del grupo principal. El pintor dibuja una ciudad medieval dominada por un gran castillo, en lo alto de unas rocas, al que se accede por una puerta próxima al ángulo inferior derecho. El artista, con cierta ingenuidad, intenta dar un toque oriental a la urbe, al transformar algunas de las cubiertas abovedadas de los edificios y al insertar, al borde de uno de los caminos, un obelisco, como el que aparece en el lateral derecho. La ciudad deja a sus espaldas una vista panorámica en la que se dan cita los caminos, los campos, las arboledas y las superficies acuosas y de la que emergen riscos y montañas que remiten a Patinir.

En el centro de la composición domina un manzano, de esbelto tronco, en cuya copa varios puttijuegan y recogen los frutos para ofrecérselos al Niño. Este motivo lo encontramos en la pintura germana. Eisler mencionó a este respecto un grabado de Cranach, que fue quien popularizó el tema, y un diseño de Martin Schongauer. La pintura, antes de ingresar en la colección Thyssen-Bornemisza, perteneció a la colección Joseph Crawhall de Londres.

Mar Borobia
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