La Sagrada Familia con un ángel
Jacob Jordaens fue, junto con Rubens y Van Dyck, uno de los grandes artistas flamencos del siglo XVII, convirtiéndose, a la muerte de Rubens en 1640, en el primer pintor de la ciudad de Amberes. A partir de ese momento recibió encargos importantes de las cortes extranjeras, que lo consideraron el sucesor de aquél. Jordaens se formó con el maestro de Rubens, Adam van Noort, en cuyo taller entró como aprendiz con catorce años. A lo largo de su carrera, que fue versátil y flexible, cultivó la pintura mitológica, religiosa, de historia y de género, así como el retrato y el diseño para tapices. Los personajes de sus obras manifiestan una falta de idealismo y destilan un carácter popular lleno de colorismo. Admitido en 1615 en el gremio de pintores de Amberes como maestro independiente, sus primeras obras conocidas están fechadas en esta década, siendo precisamente dos composiciones religiosas relacionadas con un episodio de la infancia de Jesús: una de 1616, conservada en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, y otra de 1618 en el Nationalmuseum de Estocolmo.
Jacob Jordaens, en este lienzo, ha colocado en primer plano un compacto grupo de figuras que ocupan toda la tela y que dejan poco espacio para el fondo. El carácter sagrado de la composición está marcado por la figura del ángel que sostiene delicadamente un racimo de uvas que, como símbolo de la Eucaristía, ofrece al Niño adelantando su brazo. Esta figura, además, coloca una mano sobre el hombro de san José, envolviendo así con su cuerpo a la Sagrada Familia, como si con ello buscara protegerla. María, sentada en una rústica silla de mimbre que Jordaens empleó en otras composiciones, sostiene a un rollizo Niño con la cabeza cubierta por un tocado de rosas y otras flores, que agarra con firmeza un rosario. La paleta de rojos, blancos y azules es característica del artista flamenco, que, en esta ocasión, eligió para la iluminación de la escena un fuerte foco de luz a la izquierda que modela las figuras con plasticidad y que nos remite a la pintura de Caravaggio.
La pintura ha estado considerada una obra autógrafa del pintor hasta un comentario hecho en el catálogo del museo de Kassel, lugar donde se conserva una versión de esta composición; en esta publicación figuró como un trabajo de escuela o taller de un original perdido. Diez años más tarde, en la exposición monográfica dedicada a Jordaens, celebrada en Ottawa, entre 1968 y 1969, se pudo comparar el lienzo del Museo Thyssen-Bornemisza con otra de las versiones conocidas de la composición, la del museo de San Francisco, así como con el óleo conservado en la colección de August Carl von Joest, que reproduce literalmente nuestra pintura. La alta calidad de la tela de la colección de Carl von Joest llevó a la crítica especializada a considerar ésta como autógrafa y la nuestra, por la desigualdad de ejecución, como una obra con participación de taller. Gaskell, en su comentario, destacó este hecho fijándose especialmente en las cabezas de la Virgen y del Niño, en las que se percibe una calidad mayor si se comparan con las de san José y el ángel. En el examen con reflectografía infrarroja que se realizó en 1987 no se detectó ningún cambio ni en su diseño ni en su elaboración, inclinando la balanza hacia la réplica.
Mar Borobia