Hans Holbein, el Viejo, fue un pintor alemán activo durante la primera mitad del siglo XVI, y padre de Hans Holbein, el Joven, con quién colaboró en varios proyectos. Su obra más importante fue la decoración del altar de la catedral de Augsburgo, del que desgraciadamente nos han llegado muy pocas piezas. En su obra se evidencia su interés por captar los rasgos físicos de los personajes, como nos muestran los dibujos que de él se han conservado; no obstante el género del retrato no es el más abundante en su producción. Esta pareja de óleos ha sido objeto de controversia debido a la fecha de ejecución, a la composición y a la identidad de los retratados. Debido a la disposición de la mujer a la izquierda, algo poco usual, y a la diferente proporción de los personajes, se evaluó la posibilidad de que fueran cuadros independientes. Sin embargo Isolde Lübbeke tras un minucioso estudio, consideró que las dos obras se ejecutaron en la etapa de madurez del artista y citó asimismo otros ejemplos de parejas de retratos con esta misma composición. La figura femenina aparece de perfil, recortando su silueta sobre el fondo oscuro que a su vez resalta la carnación de su rostro. En cuanto al retrato masculino, Holbein ha optado por representarlo de tres cuartos y ocupando casi toda la superficie del cuadro. En ambos óleos el pintor ha resaltado con realismo las características fisonómicas de los protagonistas.

Estas dos tablitas proceden de la colección del conde Attems, en la ciudad de Graz, y estuvieron depositadas, entre 1861 y 1933 en la Landes- Bildergalerie del Joanneum de esa ciudad austriaca. En 1933 fueron adquiridas para la colección Rohoncz a través de la galería Sanct Lucas de Viena, donde estaban entonces. Mientras pertenecieron al conde Attems, se exhibieron en el Joanneum, donde se dieron a conocer a la crítica con su actual atribución, que fue una propuesta de Wilhelm Suida. Desde entonces han sido varios los aspectos que se han discutido sobre ellas, como su datación, su ejecución, los personajes representados y su composición. Ambas tablas, por la inscripción que cada una de ellas conserva en su reverso, fueron consideradas una pareja, y sus personajes, incorrectamente identificados como Martín Lutero y su esposa, Katharina von Bora. A pesar de que las dimensiones del soporte son iguales y las dos pinturas comparten el intenso color azul del fondo, hoy algo alterado en su tonalidad e intensidad, la inhabitual posición de la mujer a la izquierda y la diferencia de proporción entre ambas figuras llevaron a pensar que se trataba de retratos independientes, realizados en distintos periodos de la actividad de Holbein.

La mujer aparece de perfil y se recorta nítidamente del fondo con un dibujo preciso. Está representada casi de medio cuerpo, con los brazos pegados al tronco, y muestra un abdomen abultado, que resalta el ceñidísimo corpiño que viste y la apretada cinturilla de la falda. En su cabeza, que ha decorado con una bonita cinta, se recoge el cabello con una gran trenza que deja caer, a un lado, dos mechones de cabello. El hecho de que su cabeza no esté cubierta por una toca indica que todavía no ha contraído matrimonio. La sobriedad del colorido de sus ropas, que se circunscribe al negro y al blanco de una camisa de cuello alto que estiliza notablemente su figura, se rompe con los suaves y delicados tonos de su carnación, que se ha coloreado con leves toques de bermellón en la mejilla y en los labios. Holbein rompe el riguroso perfil de su rostro al girar su busto y mostrarnos su hombro izquierdo. Por lo que respecta al hombre, se ha optado para él por una posición de tres cuartos, y con sus hombros y con las amplias ropas que lleva, cubre el espacio material de la tabla. Holbein, por los dibujos que nos han llegado de él, estaba interesado en la fisonomía de las figuras de sus composiciones, así como en la de sus clientes. En estas dos imágenes, además de esa inquietud, se pone en evidencia el realismo del pintor al reproducir algunas facciones de los rostros con pocos velos de idealización; es el caso de las prominentes narices de los dos personajes, de las bolsas de los ojos en el caso de la mujer o del curioso corte de pelo del caballero, cuyo cabello se une con la patilla bajo una oreja que resalta.

Lübbeke, tras un detallado estudio estilístico y técnico, consideró que ambos retratos se ejecutaron en el mismo periodo y los fechó, por el suave modelado con el que están realizados, hacia 1518-1520, en la etapa de madurez del artista. Sobre la diferencia de enfoque y de ángulo que Holbein utilizó para estos clientes, esta historiadora mencionó otros ejemplos en los que se empleó el mismo procedimiento, como los retratos atribuidos a Sebastiano Mainardi, conservados en la Gemäldegalerie de Berlín, donde el artista representa a una pareja en forma similar a la de las tablas del Museo Thyssen-Bornemisza.

Mar Borobia

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