Bodegón con loza y dulces
Juan van der Hamen compaginó las tareas en la Guardia de Archeros con las de pintor. Sobre su formación artística, que con toda probabilidad hizo en Madrid, se sabe poco, aunque en el campo de los bodegones, género por el que fue admirado y conocido, tuvo presentes los trabajos del toledano Sánchez Cotán, así como las novedades de especialistas en el tema procedentes del norte de Europa. Su primer encargo oficial, en 1619, fue precisamente un bodegón de caza, solicitado por Felipe III, para la decoración del palacio del Pardo. Juan van der Hamen, además de sus personales bodegones, cultivó la pintura de historia y el retrato, del que constituye un buen ejemplo el Retrato de un enano, conservado en Madrid, en el Museo Nacional del Prado. Su pintura fue estimada por los coleccionistas más distinguidos de su época, con una demanda que le obligó a abrir un taller en el que trabajaron discípulos y ayudantes, factor que nos ayuda a comprender las diferentes calidades que encontramos en su producción.
Este bodegón ingresó en la colección Thyssen-Bornemisza, procedente de la colección parisina de De Frey, en 1935. Los dos primeros catálogos de la colección Thyssen-Bornemisza que recogieron el óleo lo hicieron como obra de Francisco Zurbarán, opinión que compartió August Mayer, quien, en 1930, cinco años antes de su ingreso en la Colección, realizó una expertización de la pieza. En 1958, César Pemán publicó el bodegón, con interrogación, como obra de Juan de Zurbarán, hijo del pintor extremeño, y en 1969 Rudolph Heinemann adjudicó finalmente la pintura a Juan van der Hamen y León, recogiendo la impresión de Charles Sterling, que además había comparado el óleo con el conservado en la National Gallery of Art de Washington, firmado y fechado en 1627, titulado Bodegón con dulces y cerámica.
En esta composición, Van der Hamen ha abandonado el «marco ventana» para exponer sus objetos al mismo nivel, alineados sobre una superficie lisa donde la iluminación va trabajando los volúmenes de forma enérgica. Las piezas que Van der Hamen ha seleccionado para la tela son sencillos recipientes de loza, cristal y madera, que, agrupados en dos asimétricos conjuntos, separa en el centro con un montón desordenado de dulces. La sobriedad que emana del conjunto se consigue no sólo por la disposición y por el tipo de objetos elegidos, sino también por el espacio vacío y el aire que circula entre ellos. El pintor construye con sencillas diagonales, en las que se van acomodando los recipientes y en las que el color, fundamentalmente un blanco luminoso y un intenso rojo, acentúa estas líneas. Van der Hamen utilizó para sus bodegones piezas selectas, como el vidrio veneciano, la terracota de Tonalá, Guadalajara, Nueva España, así como los dulces, que espolvoreados con una gruesa capa de azúcar son, por sí solos, uno de los atractivos más singulares de sus cuadros con bodegones.
Mar Borobia