El Niño Jesús con una corona de flores
Carlo Dolci, formado con Jacopo Vignali, es, según la crítica, el pintor más sobresaliente de Florencia en el siglo XVII. Su repertorio incluye sobre todo pintura religiosa, retratos y alguna naturaleza muerta como El florero conservado en la Galleria degli Uffizi en Florencia, cuya ejecución ha puesto de manifiesto el conocimiento que el pintor tenía sobre el arte flamenco y holandés. Carlo Dolci tal vez pudo acceder a modelos procedentes del norte de Europa a través de la colección de los Médicis, estudiando su técnica, su colorido y su puesta en escena. Entre sus primeros trabajos, firmados como artista independiente, se encuentran los retratos, género que el pintor trabajó a lo largo de su carrera y por el que fue particularmente estimado. Entre sus mejores ejemplos se hallan el Retrato de un joven, identificado en ocasiones con Stefano della Bella, pintado en 1631 y conservado en la Galleria Palatina de Florencia, y su Autorretrato, de 1674, en la Galleria degli Uffizi, Florencia. Sin embargo, será la pintura religiosa la que haga alcanzar a Dolci sus logros más altos, siendo sus composiciones requeridas por los coleccionistas más destacados de su época. Además de los cuadros destinados a ornar los altares de iglesias, Dolci popularizó composiciones con imágenes de medio cuerpo de la Virgen, santos y otras figuras sagradas, de técnica pulida y detallada, que tuvieron una buena acogida entre su clientela.
Este lienzo presenta una novedad iconográfica que Dolci incorporó al asunto y que consiste en mostrar al espectador el Niño Jesús llevando una corona de flores. Esta corona, que evoca la de espinas de su Pasión, asocia al Niño con los futuros sufrimientos que tendrá que afrontar. El tema del joven Jesús visionando, cogiendo o jugando con objetos relacionados con los últimos momentos de su vida, fue un motivo que apareció en el siglo XVI, pero que alcanzó una gran difusión en la centuria siguiente. Así, elementos como la cruz, la corona de espinas, los clavos o un racimo de uvas fueron símbolos de los que se sirvieron los artistas para conectar al Jesús Niño con el dolor de su Pasión.
En esta pintura, de una gran calidad, se sintetizan las características más típicas del artista florentino, que ha tratado el tema con devoción y con una viva religiosidad. A ellas Dolci añade una técnica esmaltada de superficie muy acabada, una delicadeza especial y una refinada sensibilidad. El detalle con el que construye las flores de la corona, con sus hojas y pétalos, tiene continuidad en los rosales y en las flores silvestres que asoman por la parte de atrás del jardín, que tapa la figura, y que nos remiten, por su cuidado y esmero, a sus naturalezas muertas.
El lienzo se ha identificado con una obra descrita por Filippo Baldinucci que fue enviada a Venecia. Del Niño Jesús con una corona de flores, cuyo prototipo es esta tela del Museo Thyssen-Bornemisza, se conocen varias versiones y copias. Entre las versiones autógrafas se encuentran la de la Gemäldegalerie de Viena, fechada un año después de nuestra pintura, y una cabeza de Jesús en la Alte Pinakothek de Múnich. Entre las copias, según Francesca Baldassari, están los óleos del Jack Bolton Museum of Art de Austin y el del Wadsworth Atheneum de Hartford.
Mar Borobia