La toilette
Boucher es, junto a Fragonard, el pintor más representativo del rococó francés. Este estilo artístico, surgido en Francia, se extendió por toda Europa a lo largo del siglo XVIII, siendo fuera de las fronteras francesas, en Austria y Alemania, donde alcanzó mayor esplendor. Gracia, alegría, ligereza, intimidad, picardía y sensualidad son algunos de los rasgos de esta corriente, impregnada por el gusto por los temas intrascendentes y que afectó, en el campo de la decoración interior, a los más diversos objetos y adornos.
Boucher realizó este lienzo en su periodo más fructífero: la década de 1740. Entre las obras maestras creadas, como esta pequeña pintura, a lo largo de esos diez años están El triunfo de Venus del Nationalmuseum de Estocolmo, fechado en 1740; Diana en el baño, de 1742, hoy en el Musée du Louvre; Leda y el cisne, de 1742, perteneciente a una colección privada; y La sombrerera, de 1746, actualmente en el Nationalmuseum de Estocolmo. La toilette fue encargada directamente al artista por el conde Karl Gustav Tessin, embajador sueco en París, en la corte de Luis XV, entre 1736 y 1742. Este aristócrata, uno de los mecenas del artista, tenía además entre las piezas de su colección El triunfo de Venus y óleos de Chardin, Lancret y Lemoyne. En 1745 encargó al pintor una serie en la que se representasen las horas del día a través de episodios donde la mujer fuera la protagonista. La única pieza conocida de esta serie es la ya mencionada La sombrerera, fechada en 1746, del Nationalmuseum de Estocolmo.
La toilette fue directamente adquirida al artista y Tessin abonó por ella 648 libras; la tela llegó a Estocolmo en junio de 1742. A la muerte del conde Tessin, fue subastada en 1771, junto a otras pertenencias del noble, pasando a otra colección también establecida en la capital sueca: la de Masreliez. De allí figuró entre los bienes del barón E. Cederström, en Löfsta. A principios del siglo XX se encuentra en Viena, en la colección del barón Nathaniel de Rothschild, y después en la del barón Alphonse de Rothschild. Tras figurar en el mercado de arte de Nueva York, en 1967 entró a formar parte de la colección Thyssen-Bornemisza.
La pintura recoge un interior doméstico, algo desordenado, en el que una dama procede a colocarse una liga de su media mientras elige el tocado que adornará su cabello y que le muestra una sirvienta de espaldas. El interior en el que tiene lugar esta intrascendente escena es un documento de primer orden para curiosear en las estancias íntimas de las casas francesas del siglo XVIII. Así apreciamos un llamativo color amarillo con el que se han tapizado el muro del fondo y las dos sillas de la sala y sobre el que consigue resaltar el dorado del biombo chino con pájaros que oculta el final de la habitación, así como el dibujo al pastel colgado de un lazo azul. Junto a las telas arrugadas, que se amontonan en las esquinas de los muebles y que esconden el tocador, los objetos se acumulan al lado de la chimenea, como el fuelle, la escoba o el abanico, haciendo juego, en su desorganización, con los enseres posados en la encimera del hogar. Al ambiente que se respira en la sala, Boucher ha añadido el espíritu juguetón del gato, que ha conseguido hacerse con el ovillo de la bolsa de costura, enredando el hilo a los mismos pies de su dueña.
Se ha indicado que la modelo de Boucher para personificar a la atareada dama fue su mujer, Marie-Jeanne Buzot, quien posó para algunas composiciones suyas. Sin embargo, los retratos que le hizo Boucher, como el de la Frick Collection, de Nueva York, no muestran parecido con el rostro que aquí vemos. Esto y el hecho de que la dama sea protagonista de un descocado deshabillé (una forma bastante indecorosa por parte del pintor de mostrar a su esposa) han hecho que Ekserdijan y otros autores rechacen esta suposición. La anécdota pintada aquí por Boucher es típica del voyeurismo que se asocia con el gusto de la época, por el modo en que la muchacha muestra de manera descuidada su pierna dentro de un contexto doméstico habitual como es el acto de vestirse.
Boucher utiliza un colorido muy personal, con predominio de amarillos y grandes superficies de blanco, rojo y azul saturados. De esta pintura, en la que cada objeto que adorna y compone la escena desprende encanto, se conocen dos dibujos de las figuras principales: uno en el Musée des Beaux-Arts de Orleans y otro en la colección del Institut Néerlandais de París.
Mar Borobia