Las flores amarillas
Las naturalezas muertas desempeñaron un papel primordial en los comienzos artísticos de Henri Matisse. Durante los primeros años del siglo, en que realizó Las flores amarillas, la influencia temprana del impresionismo había empezado a diluirse y la pintura del que se convertiría en el más deslumbrante colorista atravesaba una etapa que se podría denominar sombría. El abatimiento que sufrió por la escandalosa bancarrota de sus suegros, que habían sido un importante soporte económico para él en sus primeros años, y la influencia de los nabi ensombreció sus colores y simplificó sus composiciones.
Tal y como apunta Hilary Spurling, en 1902 Matisse «realizó una serie de composiciones de flores, pequeñas, ramos baratos de crisantemos o ranúnculos amarillos o girasoles rotos, colocados en jarrones improvisados y pintados con los colores apagados de su paleta de juventud». Ahora bien, la imagen duplicada en el espejo de este jarrón de flores amarillas produce una sensación de energía cromática que anuncia sus obras fauves.
Sabemos que en el Salon des Indépendants de 1902 el pintor expuso dos naturalezas muertas, un paisaje y tres composiciones de flores, pero no podemos afirmar que alguna de ellas se trate de la obra perteneciente a la Colección. Sí sabemos, en cambio, que se expuso, con el título de Flores, en la exposición monográfica del pintor celebrada en la Galerie Bernheim-Jeune de París en 1910.
Paloma Alarcó