Las cosquillas
Pietro Longhi, cuyo verdadero nombre era Pietro Falca, inició sus estudios en Venecia con Antonio Balestra y parece que continuó su aprendizaje, en Bolonia, con Giuseppe Maria Crespi, aunque esta estancia ha sido cuestionada al no detectarse en sus primeros trabajos trazos del estilo del maestro boloñés. Hacia 1730, establecido ya en Venecia, se especializó en reproducir, en pequeños cuadros, a las clases acomodadas de la ciudad, recreando instantes de su intimidad doméstica. Estas escenas, sencillas, son en sí mismas un documento histórico que retrata a una sociedad que, gracias a estas imágenes, podemos evaluar y conocer por sus costumbres, modales e indumentaria. Sin embargo, el talante que desprenden estas alegres composiciones dista mucho de la visión que dieron otros artistas de ese mismo siglo aunque de otras escuelas, como Hogarth, de quien se echa en falta la mordacidad o la poesía de Chardin. La visión y el temperamento de Longhi también están lejos de la realidad que dibujó Ceruti y de la que es un ejemplo excepcional el Grupo de mendigos de la colección del Museo. Sin embargo, también es cierto que desde fechas tempranas el artista se interesó por temas inspirados en la realidad cotidiana que supo matizar con un delicado velo.
Este pequeño lienzo procede de una colección privada donde fue registrado por Ravà, a quien se debe precisamente su primera referencia bibliográfica. Tras esa noticia, se le perdió la pista durante unos cincuenta años, hasta que volvió a aparecer en el mercado de arte, en Londres, en 1971. Fue precisamente en ese año cuando la tela se incorporó a la colección Thyssen-Bornemisza.
Las cosquillas es una pintura que resume bien el estilo de Longhi. El episodio se desarrolla en un sobrio interior, tapizado en un verde damasquinado, que el pintor empleará en otras composiciones y del que cuelgan dos pinturas. El mobiliario y la decoración se reducen a un sofá y a los pesados cortinones, también verdes, que ocultan una ventana. En este tranquilo y reposado interior, una muchacha, que con su gesto busca la complicidad del espectador, acaricia con una pluma el rostro de un joven que dormita, bajo la atenta mirada de dos sirvientas. Detalles como la bandeja de fruta en el suelo, la lectura interrumpida encima de una silla, a la derecha, al igual que el chal y el abanico de la joven que lleva a cabo tan sutil tortura, remiten a un momento de ocio y diversión. El hombre, que descansa en una postura poco delicada, se ha relacionado, por su actitud, con la mujer que protagoniza el lienzo El desmayo, de la National Gallery of Art de Washington. La pintura también se ha vinculado a otros óleos del pintor, como La visita del Lord, del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, donde encontramos de nuevo el cuadro instalado en el muro, a la derecha, que parece representar a las tres Gracias en un estilo próximo al de Jacopo Amiconi. De Las cosquillas se conocen, además, apuntes de las figuras en la colección del Museo Correr de Venecia. Longhi, en estos rápidos diseños, estudió la postura de la sirvienta, inclinada hacia delante y apoyada sobre la silla, junto a otros pormenores de la composición, como el gesto de silencio de la muchacha y su rostro. Los personajes, que por la forma en que se muestran ante el espectador recuerdan las puestas en escena del teatro, están tratados con gamas claras de amarillos, blancos y verdes y con una iluminación que les hace destacar del decorado de la estancia.
Mar Borobia